La difusión de los métodos de control de la natalidad y la creciente toma de conciencia entre las mujeres de todo el mundo, permiten afirmar que, hacia 2030, serán las mujeres quienes controlarán su propia fertilidad, y el hombre su propia futilidad.
Da igual si ocurre en 2030 ó en 2130.
La liberación femenina llegará al cortar el cordón umbilical con la reproducción y romper la cadena con el patrimonio.
Poco faltará para romper las ataduras vinculadas a la posesión material… Al abolir el derecho de herencia, la propiedad revertirá, no en los descendientes, sino de vuelta a la sociedad… El impuesto de sucesiones evolucionado hacia un “todos somos hermanos” real.
Lo que en Japón se cuece, es más importante de lo que parece.
Porque, pese a su pesada tradición feudal, son pioneros en enfrentarse al envejecimiento extremo y al declive demográfico.
Son pioneros en el desplome del mercado de valores de los tiempos modernos, con precoz estallido de burbuja inmobiliaria hace ya casi 30 años incluido.
Son pioneros en vivir en medio de una crisis que persiste, en una economía que sigue estancada en estanflación.
Son pioneros en elevar la deuda por encima el 230% del PIB, encabezando las economías neoliberales que privatizan los beneficios pero socializan las pérdidas, consagrando casi el 25% de su Hacienda al pago de intereses y haciendo al país muy vulnerable a cualquier aumento de los tipos… La 3ª potencia económica mundial, pero la 1ª en endeudarse.
Son pioneros en aplicar maltrato y discriminación a la mujer post-industrial, hasta el punto de lograr que se niegue a tener hijos para semejante sociedad cubicular.
Por todo ello, Japón es foco de atención.
Y algo más.
Cómo y dónde concentren sus energías para resolver esos problemas les convierte en modelo a seguir.
En referente.
Da igual que el país en cuestión esté muy industrializado o no… Los problemas de Japón ya afectan o van a afectar a cualquier nación.
Durante los últimos 50 años, las tasas de fertilidad han caído en todo el mundo.
De Africa a Asia, de América del Sur a Europa del Este, desde las selvas a los desiertos… En todos los países disminuye la fertilidad.
En 1979, la tasa de fecundidad en el mundo fue de 6’0; hoy en día es de 2’6.
Las naciones industrializadas han sido los más afectadas… EEUU sólo tiene 2’06, pero es una de las más altas… Sólo Israel (2’75) y Nueva Zelanda (2’10) son más fértiles.
El tradicionalmente prolífico Sudeste Asiático alberga ya países sin reemplazo generacional asegurado…
Taiwan, Corea del Sur o Singapur tienen índices de natalidad aún menores que Japón.
China también está afectada: en 1950 alojaba 550 millones de personas, hoy alberga 1330 millones, alcanzará su máximo de 1450 millones sobre 2030, y, en efecto… su población comenzará a reducirse. Para 2050, China acomodará unos 1400 millones, e irá perdiendo 20 millones de personas cada 5 años.
Hoy, China cuenta con 5’4 trabajadores por cada jubilado… En 2050, sólo llegará a tener 1’6.
Todo gobierno del capitalismo financiero se ve abocado, o bien a reducir sustancialmente el gasto (incluidas defensa y obras públicas) para hacer frente a la factura de pensiones y sanidad en tanto no consiga privatizarlas, o bien a aumentar radicalmente la carga fiscal sobre los trabajadores.
Una opción pone en riesgo las ambiciones “desarrollistas” y militares; la otra, pone en riesgo su supervivencia política.
Hasta ahora, nunca ninguna sociedad ha conseguido niveles de prosperidad con una población en contracción.
Hasta ahora, el uso de la Tecnología no ha tenido como meta mejorar el nivel de vida de la gente de forma sistemática e igualitaria, sino como medio para diferenciar poder y dinero.
El beneficio insolidario precisa encontrar mucha y muy barata mano de obra, a nivel global.
De hecho, la mano de obra ya es muy, pero que muy barata.
Sin embargo, los altos costes de crianza y educación de los hijos, el desinterés real para que la mujer se incorpore al mundo del trabajo dejando atrás el dominio sexual y reproductivo, laboral y social del hombre, y la amenaza de agotamiento de los combustibles fósiles, conforman la moderna excusa para reiterar la clásica fórmula de “aumentar el beneficio disminuyendo los costes laborales” intensificando la automatización del trabajo humano remunerado.
Y, por mor de la marea tecnológica en boga… inundando masivamente con robots el sector servicios.
Máquinas de aspecto más o menos humanoide, como esclavos digitales para los entornos doméstico y educativo.
Un estudio calcula que la robótica sustituirá 18 millones de empleos en Alemania en 20 años.
El 47% de los empleos en EEUU podrían ser ocupados por robots en los próximos 10 años.
En Japón, 1 de cada 6 empleados ya es un robot.
En Alemania, 1 de cada 9.
En China, de momento, 1 de cada 45.
Todo un “considerable potencial de crecimiento“.
Y eso que el empleo remunerado ya estaba en plena crisis.
Nadie se ha asombrado demasiado viendo cómo coexisten 2 reyes en un mismo país, y 2 cabezas de una misma iglesia…
Estamos psicológicamente preparados.
Porque, en realidad, los robots son otro paso en la escalada de la terrorífica competencia entre la mano de obra ultrabarata (hoy en Asia, mañana quizá en la colonizada Africa), y la despiadada tecnología supresora de empleos de los países del mundo que se autodenominan “desarrollados“.
Y, esta vez, el trabajo humano no se desplazará de profesiones obsoletas a profesiones nuevas.
Ni la mano de obra más barata podrá competir con los robots.
Los robots trabajan 24 horas al día y 7 días a la semana sin sueldo ni seguros sociales ni quejas.
Los costes de inversión en un robot se recuperan ahora en 3 años, lo que significa que, tras este periodo, es más barato tener un robot que un trabajador.
Muy pronto, un robot podrá ser camarero, enfermero, oficinista, periodista, contable, vendedor o incluso abogado.
Y cada vez serán más y más hábiles… Y, en algún momento, nos preguntaremos, no ya si los robots van a reemplazarnos a todos, sino si van a “dominar el mundo“.
“Sin la clase ociosa, la humanidad nunca habría salido de la barbarie”, afirmó Bertrand Rusell.
Pero, cegados por la búsqueda de productividad, los empresarios no ven que impedirán que haya consumidores… No puede gastar quien carece de poder adquisitivo.
Porque, hoy por hoy, los robots no tributan.
No pagan impuestos.
No contribuyen al sistema sanitario ni al sistema de pensiones… Justo lo contrario que una población cada vez más envejecida requiere.
¿Quién cotizará al sistema de Seguridad Social por esos robots, para poder pagar los subsidios de desempleo de los puestos de trabajo humanos destruidos?
¿Quién pedirá a los empresarios que tributen por ellos “como si” de varios trabajadores se tratase?…
Y, si los humanos dejamos de trabajar, ¿existirá una renta mínima para vivir?… Y, de ser así, ¿van las empresas a sufragarla a través de un impuesto?
Si los empresarios no se plantean hoy mejorar las condiciones laborales de los humanos, es difícil imaginar que el mismo afán de lucro y beneficio les vuelva altruistas voluntariamente en el futuro.
EEUU es menos remilgado en materia de inmigración que Japón.
EEUU aloja actualmente 26’6 millones de inmigrantes legales, y unos 11’3 millones “ilegales”.
Gracias a ellos, la caída de la natalidad local no tiene efectos en el PIB federal.
Para mantener las “calderas a toda máquina”, EEUU también necesita mantener alto el consabido ratio entre población trabajadora y población jubilada.
Cuanto menos, el ya exiguo de 3 trabajadores por cada jubilado…
Pues bien, mantenerlo implicaría que EEUU tendría que incorporar 44’9 millones de nuevos inmigrantes entre 2025 y 2035.
Y si EEUU quisiera volver a disponer de los 5’2 trabajadores por jubilado que tenía en la década de 1960, cuando el baby boom, tendría que importar 10’8 millones de inmigrantes cada año, hasta 2050…
En ese momento, EEUU tendría una población de 1100 millones de personas, el 73% de las cuales serían descendientes de inmigrantes recientes.
Es logísticamente imposible incorporar 10’8 millones de inmigrantes al año. Como señala el demógrafo Phillip Longman, “ese flujo requeriría el equivalente a construir una nueva ciudad de Nueva York cada 10 meses“.
También hay un problema de oferta… La corriente migratoria a través de la frontera sur de EEUU no será permanente.
La tasa de fecundidad de México era de 6’82 en 1970, pero se redujo a 5’3 en 1980, a 3’61 en 1990 y a 2’75 en 2000; en la actualidad se sitúa en 2’1.
Pasa lo mismo en Centroamérica y Sudamérica… Algunos países, como Chile y Costa Rica, ya están muy por debajo de la tasa de reemplazo.
Y, cuando la fertilidad de un país cae por debajo de la tasa de reemplazo, la gente tiende a dejar de emigrar.
Con la inmigración con los días contados y con las mujeres de lado… veremos cómo intentarán incorporar rápidamente robots para sustituir mano de obra humana flexible y precaria por brazo articulado robótico robusto y permanente.
Si bien el tamaño absoluto de la población mundial ha crecido considerablemente, el incremento anual de la población ha disminuido desde finales de los años 1960.
Para 2050, se estima que la población mundial habrá llegado a 9000 millones de personas… pero, muchos de ellos, ancianos.
La proporción entre la población potencialmente activa (entre 15 y 64 años), respecto a la de más de 64 años, ha bajado de 12 a 9 (un 25%) entre 1950 y 2007.
Esa proporción descenderá aún más, llegando a 4 en 2050.
A partir de 2070 se prevé que la demografía humana entre en una “fase de estabilidad“. Las proyecciones de población apuntan a que el techo demográfico se alcanzará alrededor de ese año; entonces, habrá unos 9500 ó 10000 millones de habitantes.
Ese horizonte de los 10000 millones que las proyecciones de la ONU dibujan hacia 2085 se alcanzará con dificultad… porque la fecundidad disminuye más rápidamente de lo inicialmente previsto.
Será una cuestión, no tanto de espacio, como de recursos.
La mismísima agricultura en el siglo XXI se enfrentará al reto de tener que producir más alimentos y fibras para alimentar a una gran población, empleando menos mano de obra.
En cualquier caso, no habrá suficiente savia nueva lista para alimentar esta hidra de economía capitalista.
En Japón, este año abrirá el primer hotel del mundo donde nos atenderán robots.
También se anuncia un hotel con “habitaciones de llanto” (así las han llamado), para mujeres. Cómo no.
¿Así se dedicarán las personas a “tareas más creativas“?
Un desigual acceso a la ingeniería robótica provocará que se ahonde en desigualdades sociales, económicas y culturales.
¿Logrará la especie humana superar el afán de beneficio y aprovechar el potencial de los robots para asistir y dar adecuado soporte a su mayoritaria población anciana y a su minoritaria población menos anciana, de forma igualitaria y global?
Y, más a corto plazo… ¿seremos capaces de aceptarlos a nuestro lado?
(Continuará)
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Mientras huyen hacia adelante, las hembras humanas, como género, siguen atrapadas bajo el lema de “Todo por la Prole“.
El antropólogo Robert Trivers definió esa relación como un “vínculo cruel“.
Si las mujeres dejan de ser altruistas, la especie se acaba. En cambio, los machos pueden copular para, a continuación, huir.
Richard Dawkins, autor de “El gen egoísta“, lo resume con una sencilla frase: “El sexo femenino es explotado”.
Hasta el punto de que, estando la educación, en especial, la infantil, en manos de tantas mujeres, se siga modelando una sociedad masculinizada de la que las propias mujeres querrían librarse.
Japón es, simplemente, otro mal país para ser mujer.
Como todos.
No hay apenas incentivos para tener hijos.
Ya vimos que las personas tienden a tener más hijos, no por un impulso irresistible, sino porque, bajo sus circunstancias, maximizar la descendencia les posibilitará incrementar su bienestar biopsicológico.
Y que, cuando incrementan su bienestar biopsicológico teniendo menos, tienen menos.
Dentro del concepto “más bienestar biopsicológico“, entran más sexo, ocio, comida, riqueza, aliados, apoyo en la vejez… Beneficios que aumentan la calidad de vida.
Por eso, pedirle más hijos a los japoneses, y, especialmente, a las japonesas, no es nada fácil… No se concibe.
Desde luego, si la reproducción dependiera únicamente de lo que contribuyen los recién nacidos a satisfacer las necesidades parentales de aire, agua, alimento, sexo, bienestar corporal y seguridad… las tasas de fecundidad de Japón y del resto de países industrializados ya habrían descendido a cero.
Hay un bienestar biopsicológico adicional.
Los hijos satisfacen extraordinariamente bien la necesidad de tener relaciones que sean íntimas, afectuosas y emotivas con seres que les presten apoyo y atención, que sean dignos de su confianza y que aprueben su conducta.
Eso dispara hormonas de satisfacción.
Está científicamente demostrado que dar y recibir achuchones ayuda al cuerpo a producir oxitocina, una hormona natural también presente en el actividad sexual, que calma el sistema nervioso y estimula las emociones positivas.
A falta de otras incentivos, podríamos necesitar hijos por el mero hecho de que necesitamos amor.
Una motivación que, por tanto, no es altruista.
De hecho, la motivación para tener hijos puede que no sea, ni siquiera, encomiable…
Hijos, como sueños de posteridad.
Como bien de consumo.
Como sacrificio de sangre para ser aceptados socialmente.
Como reto al reloj biológico.
Como juego de rol de paternidad.
Como argamasa para solidificar una relación.
Como complacencia hacia los antecesores.
Como un seguro que habrá de ser posteriormente reembolsado.
Como una reparación.
Como un acto egoísta.
Como una venganza.
Como una expiación de culpa.
Todas, presiones. Ninguna, encomiable ni digna de elogio.
Los pro-natalidad no parecen ser conscientes de ello; y eso que, curiosamente, los hijos sólo vienen a servirles de medio para conseguir un fin tampoco digno de elogio: depositar en ellos la que quizá sea su única esperanza. Aunque sea ideológiconómica.
El santuario familiar es un templo frágil.
Las promesas de achuchones, abrazos, besos, chupeteos, sonrisas y agradecimiento como recompensa a la paternidad, no nos gobiernan.
Es más: a posteriori, como en todos los demás tipos de intercambio, la mera expectativa de un rendimiento futuro no vale para sostener indefinidamente el vínculo paterno-filial.
Así que, si eres mujer, y te tratan, en suma, como a una esclava alejada del poder económico, político, eclesiástico y hasta culinario, te deben dar ganas de hacer huelga indefinida de partos caídos.
Cero nacimientos ante tan pocos miramientos.
Aún si te maldicen, y a riesgo de que te penalicen.
Por el permanente temporal, carretera cortada del dormitorio al paritorio.
Fin del viaje.
Que dé a luz Rita la Cantaora.
O el ministro japonés de Sanidad, que se refirió a las mujeres como “máquinas de hacer bebés“.
Si quieren gestación sustitutoria… que pidan voluntarias, o que funden una orden religiosa.
Si quieren “partos en cadena“… que fabriquen robots.
Anti-huelga “a la japonesa“.
Una huelga de partos caídos.
Posiblemente, ya en marcha, de forma encubierta.
Aparte de los agravios e injusticias conyugales, laborales y culturales, habría, por lo menos, 8 razones para no tener hijos: por propio interés, por secuelas físicas, por equilibrio emocional, por economía, por logística, por previsión social, por identidad…
E, incluso, por el medio ambiente.
Se empieza a difundir en los medios que nada produce tanto CO2 como un “humano del mundo industrializado”: aproximadamente, 515 toneladas de CO2 durante su vida… Como 40 camiones.
Que tener un hijo es medioambientalmente equivalente a realizar casi 6500 vuelos a París; que una persona podría volar 90 veces al año, ida y vuelta, casi cada semana de una vida… y esto no tendría tanto impacto en el planeta como un nacimiento.
Que se emplea una cantidad indecente de pesticidas, detergentes, plásticos y combustibles nucleares para mantenerle caliente.
Que se cita el informe de la petrolera BP haciendo público que:
“En 2050, se acabará la pesca en los caladeros; en 2080, se acabará el gas; en 2090, se acabará el petróleo“.
Que, así, dar a luz viene a ser un acto egoísta, incluso brutal, porque condena a otros al sufrimiento.
Con una huelga de partos caídos, las mujeres estarían alumbrando algo más que su propia libertad.
Una forma veraz de reivindicar que la violencia machista social sólo desaparecerá cuando la mujer deje de ser considerada como ciudadana de segunda, y el hombre como el amo y cabeza de familia que la fecunda.
En medio de un follaje espinoso e infructuoso, cuya raíz nadie quiere ver, ellas habrían plantado cara.
Una huelga de partos caídos, como fecundo génesis.
¿Utopía lutópica, o lutopía distópica?
(Continuará)
Virtualidades 4
Para suyos… Japón.
Japón ha sido un país pionero en el uso de la robótica.
Por supuesto, ésta se ha desarrollado con fines industriales en gran parte de los países tecnológicamente avanzados.
Lo que hace especial a Japón, es su obsesión por construir robots antropomorfos.
Dicen que los robots humanoides son una expresión de las creencias animistas del sintoísmo, para trascender su moderna tecnología: objetos inertes que portan el espíritu de su creador, expresando la interconexión entre seres animados e inanimados…
Demasiado rebuscado.
Lo que realmente se persigue con su aspecto humano, es facilitar su integración entre nosotros.
Que sean aceptados.
Anticipándose a los europeos, el proyecto japonés Innovation 25 gastará 25 billones de dólares durante 18 años para que en 2025 haya robots asistenciales trabajando a pleno rendimiento en el sector servicios.
Ya hay más de 60 tipos de robot doméstico disponibles en el mercado japonés.
El gobierno espera que haya al menos un robot en cada hogar, en sólo 6 años.
Tan gran inversión se fundamenta en el envejecimiento de Japón.
Entre 2010 y 2060, su población se reducirá un tercio, pasando de 128 millones a menos de 87 millones de habitantes.
Para 2060, habrá 4 ancianos por cada 10 personas.
El número de ancianos es ya mayor en las grandes áreas urbanas: son los jóvenes que marcharon a las ciudades para alimentar el crecimiento económico acelerado entre 1954 y 1973, en un gran éxodo rural, los que están envejeciendo.
La población en edad laboral, que llegó en 1995 a casi 88 millones de personas, disminuyó hasta los 82 millones en 2010, y pasará a 44 millones en 2060; es decir, para entonces, quedará reducida casi a la mitad.
La caída de población activa hace difícil que Japón pueda mantener el puesto de tercera potencia económica mundial.
A medida que la población se contraiga, se reducirá también el consumo, y temen que los inversionistas globales no inviertan en un país cuya población laboral y de consumidores se está reduciendo.
Cuando ha habido demanda de mano de obra, los países han optado tradicionalmente por incorporar inmigrantes a su mercado de trabajo.
Pero, en Japón, no es un plato de gusto.
No lo es para los trabajadores procedentes de los países vecinos del Sudeste Asiático que fueron víctimas del imperialismo japonés entre 1870 y 1941.
Tampoco parece serlo para los que ya están allí… Trabajadores y ex-trabajadores extranjeros aseguran que fueron engañados en su remuneración, y forzados a trabajar horas extras y a pagar enormes cantidades de dinero por el alquiler de viviendas que estaban en pésimas condiciones de salubridad.
Que Japón se ha negado a tratar a los trabajadores extranjeros como personas con derechos que se deben proteger, lo reconocen los propios sindicatos japoneses, que tildan la política estatal como de “usar y tirar mano de obra extranjera“.
Hasta la ONU ha llegado a pedir al gobierno que endurezca la lucha contra la discriminación manifiesta a extranjeros, y abandone su pasividad frente a las expresiones ofensivas ocurridas en diversas partes del país.
Incluso, pese a firmar en 1995 la Convención Internacional de la ONU contra toda forma de Discriminación Racial, Japón no ha tomado ninguna medida legislativa para impedir que las empresas y los entes públicos denieguen la entrada a clientes en base a su nacionalidad o su raza.
Por ser extranjero, te pueden negar la entrada a un bar japonés.
Resulta curioso, por cuanto se tiene al pueblo japonés como extremadamente educado y respetuoso.
Parece que ha sido educado en un pasado aislacionista, y respeta una aprensión hacia el extranjero que persiste y que se ha institucionalizado, hasta llegar a limitar los derechos de los trabajadores inmigrantes.
Y eso, a pesar de que les necesitan para compensar la baja natalidad… y que son pocos.
Los extranjeros y los inmigrantes de primera generación representan menos del 2% de la fuerza laboral de Japón, muy lejos del 14% en EEUU y del casi 12% en Alemania, por citar dos ejemplos.
A principios de los 80′, Japón intentó paliar la falta de mano de obra trayéndose a los descendientes de los que se marcharon (‘nikkei-jin’) con el duro inicio del siglo XX.
Pero, aunque las previsiones eran optimistas, no llegaron ni 200.000 japoneses de segunda o tercera generación (menos del 1% de la población).
Hidenori Sakanaka, ex-jefe de la Oficina de Inmigración de Tokio, no se andó con medias tintas al asegurar que Japón necesita al menos 10 millones de inmigrantes en los próximos 50 años, o su economía se derrumbará: “Esa es realmente nuestra única salvación. Deberíamos permitir que (los extranjeros) entren en el país y asumir que puedan convertirse en residentes”.
Un informe reciente de la ONU estima que Japón necesitará aceptar 17 millones de inmigrantes antes de 2050.
Jun Saito, del Centro Japonés para la Investigación Económica, reclamó que “debe haber una política que acepte trabajadores no calificados extranjeros como seres humanos, para trabajar y empezar una nueva vida“.
Cuando al gobierno se le preguntó sobre la apertura de fronteras a otro tipo de inmigrantes, la reacción fue negativa; Koizumi Junichiro, ex-Primer Ministro, lo dejó meridianamente claro: “Si los trabajadores extranjeros exceden un cierto número, estamos condenados a causar un choque demasiado grande. Solo porque haya una disminución en la fuerza laboral en el país, no significa que debamos abrir las fronteras a los trabajadores extranjeros“.
Menudo jardín.
Desde luego, para una incorporación masiva, se precisaría una política que aceptase a los trabajadores extranjeros no cualificados “como seres humanos, que llegarían a Japón para trabajar y empezar una nueva vida“.
Como reconoce un ex-diputado japonés, los inmigrantes “no son robots que se devolverán después que terminen sus visados“.
Empezamos a ver otro interés más para impulsar la robótica.
La “cohesión social” suena muy bonita, pero también suena muy extraño preferir que te ayuden robots en vez de inmigrantes.
Sobre todo, porque la inmigración, si bien puede reducir la homogeneidad cultural y el comunitarismo, no tiene por qué conducir a la ruptura social si hay instituciones sólidas que conjuren el riesgo de quiebra sistémica.
El peso de unas instituciones modernas sería más que suficiente para asegurar que el flujo de recién llegados se canalizase adecuadamente, si así se desea.
De hecho, no hay ninguna nación desarrollada en Norteamérica o en Europa Occidental que se haya visto seriamente amenazada por la inmigración masiva; puede que el sentimiento y el panorama en las calles hayan cambiado, pero las instituciones centrales de estas sociedades, gusten o no, han permanecido intactas.
Lo que sí amenazan la viabilidad a largo plazo de las sociedades democráticas modernas son la desigualdad y la segregación racial.
La solidaridad de estas sociedades se mide, en último término, por las oportunidades que ofrecen a todos sus miembros para alcanzar sus expectativas.
Sin ir más lejos… que los recién llegados sean incorporados de tal forma que se reduzcan las inevitables desigualdades iniciales y se les ofrezcan oportunidades de movilidad ascendente, estableciendo vías para promover la integración económica y social para ellos y sus hijos.
Claro, que, si las oportunidades se le niegan de forma sistemática al nativo… Imaginen al extranjero.
Esa es otra de las formas que tiene el statu quo para preservar sus privilegios.
Y así se conforma la preferencia de la automatización sobre la humanización.
Japón cuenta con más de la mitad de los robots industriales y de servicio del mundo.
Prefieren a los robots sobre los inmigrantes en el servicio doméstico, porque los robots no tienen diferencias culturales o históricas, ni recordarán guerras pasadas que les puedan hacer sentir culpables o incómodos.
Y los robots no enferman, ni piden vacaciones… y se les despide fácilmente.
Eso, al menos, es lo que argumenta el dueño de un restaurante japonés que sustituyó a sus camareros humanos japoneses por robots.
Ni se le pasó por la cabeza contratar a extranjeros, que tienen la fea costumbre de tener familia y, a veces, quedarse.
En el supuesto de que quisieran venir.
Y en el supuesto de que haya suficientes inmigrantes para el desarrollo de todos los países en descenso demográfico… que son casi todos.
La actual tasa de fertilidad de Japón es de 1’3 hijos, insuficiente para un relevo o reemplazo generacional, que precisaría de una tasa de 2.
Pero, a todo esto… ¿Es que ha perdido la población japonesa las ganas de procrear?… ¿Han dejado ellos mismos de ser humanos?
Bueno, de momento… Nikito Nipongo.
(Continuará)
Virtualidades 3
En realidad, el prometedor negocio del “internet de las cosas” promoverá tu pasividad.
Nuestros propios hogares y oficinas nos vigilarán y responderán a nuestras supuestas necesidades sin darles instrucciones, al haberles otorgado la misma autorización tácita y poder delegado que a las castas y clanes que, supuestamente, velan por nosotros.
Reemplazar lo vital por lo virtual ampara tanto la táctica del avestruz de esconder la cabeza, como la del divide y vencerás… El telecontrol les ayudará a mantener el control.
La única manera de llegar a la Casa Blanca será por globo aerostático en un ficción de “realidad aumentada“.
Porque la auténtica y descomunal realidad del poder parecerá empequeñecida dentro de globos-sonda.
Matemáticamente reducida hasta parecer despreciable.
Y si protestas contra la injusticia propia y ajena, te dirán que no es obligación del estado (y, mucho menos, gratuita), que “toda muerte es natural“, que “la felicidad no depende de logros o situaciones ideales, sino de nuestra salud mental“, que debes “mirar el mundo a través de unos ojos que no se quejan“, que tu interacción social debe ser egoísta y sólo aceptar los contactos “útiles“, aunque sean “eneamigos“…
Y tendrá su razón de ser…
Deberás adular sinceramente, por si en ese momento leen tu mente.
Y lo harás con agrado, porque serás, inexorablemente, un autoempleado.
Trabajarás en empresas virtuales tan “flexibles“, que carecerán de empleados fijos.
Los contratos operarán sobre la base temporal de horas.
Despídete de sueldo mínimo, indemnizaciones por despido, vacaciones pagadas, préstamos…
Será como Sin Sin.
Sin seguridad… Ni laboral, ni seguro médico, ni seguro de vida…
Sin planes: ni de formación, ni de carrera, ni de pensiones, ni de continuidad, ni de contingencia, ni de futuro…
Voluntario para el empleo precario.
A la orden de lo que mande la demanda.
Empresas de meros revendedores, que hacen y deshacen alianzas temporales, operando en paraísos fiscales.
Empresas tan virtuales, que se crean en 10 minutos.
Y que carecen de oficina propia…
Cuando un Banco se asienta en un lugar físico, es para intentar mostrar que es de fiar.
Y cuando no revisten sus sucursales de bronce y mármol y de costosos expositores y mobiliario, se interpreta que no quieren acometer la inversión porque no planean quedarse mucho tiempo… Que se trata de sinvergüenzas que planean huir con el dinero.
Es como pagar un caro anuncio publicitario o una carrera universitaria difícil: para una empresa, mantener una oficina física para sus empleados es un indicio de credibilidad.
Dudosa credibilidad, si parten de que lo intangible supone más del 80% de su valor.
Un trabajador que se cree emprendedor por llevar chancletas y bañador, al sol, no se distingue de un emprestador con una chabola por vestidor.
Normal que las empresas apuesten por la realidad virtual…
Intentan disimular su simulación.
Sin robots, ya parecíamos meros autómatas programados.
Siervomecanismos.
La robótica y los ordenadores tienen todo el sentido sólo cuando contribuyen a nuestra realización biopsicológica, como especie.
Su potencia, eficiencia y precisión en actividades complejas, repetitivas o arriesgadas, ha de servir para mejorar el nivel de vida humano, no para empeorarlo.
Lo importante no son las tareas, sino nosotros.
Los robots no defraudan, pero tampoco perdonan.
¿Por qué hacer de la virtualidad vital, una virtud viral?
¿Hay que dar la bienvenida a que el turista del futuro, sin tiempo ni dinero, a falta de la experiencia real, tenga que conformarse con la virtual?
¿Hay que albergar refugiarse en una “segunda vida” vivida en un mundo virtual, como haría un impedido físico que no ve a nadie ni habla con nadie, para poder conseguir una vida social de relaciones cercanas e intensas, o para disfrutar de miniespacios de tranquilidad e incluso soledad (¿paz?) en este sistema de masificación y falta de infraestructuras?
¿Hay que suspirar por sólo respirar desde pequeñas burbujas de autosatisfacción?
¿A eso le llamaremos “vivencias“?
Virtualizar algo, es abstraerlo de su componente físico.
De ahí a extraer su esencia, a desdibujarlo, a convertirlo en una caricatura con mirada métalica, a difuminarlo hasta borrarlo…
¿Sin alma?
Desalmados.
A menos que tu yo no sea tuyo.
(Continuará)
Virtualidades 1
La Unión Europea (UE) va a dar un empujón a la política industrial europea de robótica.
Con tanta fuerza, que van a saltar chispas.
El objetivo es mejorar la precisión quirúrgica de las operaciones de las empresas.
A saber: ahorrar costes, aumentar la calidad, mejorar las condiciones de trabajo y minimizar los recursos.
Justo ahora, cuando la deslocalización y externalización están en su punto álgido y el sueldo por hora del inmigrante por los suelos, cuando hay fabricantes que buscan mejorar la calidad de su producción y de su atención reemplazando robots por humanos, y cuando el precio del acero y del aluminio se disparan… la UE va a destinar 60000 millones de euros anuales de aquí a 2020.
Prevee que esa cantidad ayudará a crear más de 240000 empleos.
Una simple calculadora arroja como resultado que cada empleo será subvencionado con 1,5 millones de euros.
Enhorabuena a los afortunados. Sois unos máquinas.
Para optar a empleos tan bien remunerados, hasta ahora, tenías que comportarte como un robot de Wall Street.
Si realmente percibieses ese dinero, no te importaría enfundarte un traje de Star Wars… Aunque incómodo, podrás ocultar la expresión en tu cara, mientras tus manos hacen un cálculo rápido… R dos dedos.
Pero tú nunca percibirías esa cifra… Y, para caras, las que pondrán aquellos que hasta ahora “hacían“, y que, gracias al programa, “dejarán de hacer“… porque van a ser reemplazados.
Terminated.
Ese dinero irá destinado a producir robots en masa, trabajadores con cables por venas y aceite por sangre, que realizarán tareas de lo más diverso.
El robot RoboHow podrá cocinar, doblar la ropa limpia, sacar la basura y hacer otras tareas de la casa.
Entendemos que con el mismo acento extraño de una asistente interna, pero durmiendo de pie en el escobero.
El robot Robin será un asistente médico para el hogar, que podrá cuidar adecuadamente de un anciano.
Suponemos que también podrá darle calor, si consigue elevar su temperatura hasta los 36,5ºC sin que se le salten los fusibles.
Son tareas propias del “sector servicios, toda vez que los robots ya acaparan el sector industrial, y el agrícola está en creciente y madura mecanización.
El sector servicios es “la última frontera“.
Otro paso más en un proceso gradual que culminará con el reemplazo de la mano de obra remunerada.
Un mundo vacío… de humanos.
Nadie cobra y te entrega tickets de compra en los peajes de las autopistas (antes, carreteras generales de acceso gratuito) o en supermercados.
Nadie especializado rellena tu vehículo con un material tóxico e inflamable como es la gasolina.
Nadie te asesora para viajar al extranjero
Nadie hace de teleoperador, por mucho que tenga voz agradable, parezca escucharte y proponga infinidad de respuestas.
Nadie te va a traer el correo.
Nadie barre las calles (¡justo cuando parecía que cada vecino tendrá que barrer su puerta!).
Nadie hace de pregonero… aunque la TV, la radio y la prensa sean inútiles para el infructuoso seguimiento de la interesada y desmesurada producción legislativa.
Nadie hace de maquinista de trenes.
Nadie conduce tu taxi… ni siquiera tu coche.
Es lo que la UE llama “conseguir hacer tareas que las personas no quieren o no pueden hacer“.
(Continuará)
Presentamos el segundo capítulo del documental “Zeitgeist: Moving Forward”, que se titula “Patología social“, en el que se abordan los fundamentos de la economía de mercado y el sistema monetario (ya anticipados en este Blog), y las consecuencias e nuestra incivilización actual.
Responde a preguntas como éstas:
- ¿ Es lícita la propiedad privada ?
- ¿ Quien era, inicialmente, “la mano invisible del mercado” ?
- ¿ Cuál es la relación entre el PIB y la calidad de vida de las personas ?
- ¿ Vamos hacia un “desperdicio cero” ?
- ¿ Es factible crear el mejor producto posible, al menor precio posible ?
- ¿ De dónde viene nuestro sistema de valores ?
- ¿ De quién es la culpa si un anciano muere de congelación por no pagar el recibo de la luz ?
- ¿ Desear equivale a comprar ?
- ¿ Qué puede crecer sin fin ?
- Aparte de ver visiones y experimentar psicopatías, ¿ a la gente con lesiones cerebrales le va mejor en Bolsa ?
- ¿ Cómo de transparente es la Bolsa desde que no hay corredores de bolsa negociando frenéticamente y en voz alta ?
- ¿ Quien puede pagar toda la Deuda financiera acumulada ?
- ¿ Cuánta riqueza mundial posee el 1% de personas (los más ricos) del mundo?
- ¿ Los pobres enferman más porque no pueden pagar la asistencia médica ?
- ¿ La falta de respeto genera violencia y crimen, al punto de que el sentimiento de humillación e inferioridad les guie, sin sopesar el previsible castigo ?
Está en idioma inglés, con subtítulos en español.
Estos son los enlaces para el visionado:
[Parte II: Patología Social]
Uno podría preguntarse: ¿ dónde empezó todo esto ?… Porque hoy tenemos un mundo en estado de desastre continuo.
[El Mercado]
Todo comienza con John Locke.
John Locke aborda el concepto de “propiedad“, y pone 3 cortapisas al derecho a la “propiedad privada“.
Las 3 cortapisas son: debe quedar suficiente para los demás, no debe pudrirse, y, sobre todo, uno ha de contribuir con su propio trabajo.
Parece justificado que al unir el trabajo a los recursos, se tenga derecho al producto obtenido, siempre y cuando quede lo suficiente para los demás, siempre y cuando no haya destrozo, y siempre que no permitas que se pudra.
Locke dedicó muchas páginas a este tema, y al gobierno, siendo sus textos la base del actual sistema económico, político y legal… Son textos clásicos que aún se estudian.
Después de enunciar las cortapisas a la “propiedad privada“, que, podríamos pensar, tienen todo el sentido, para defender una “propiedad privada” dentro de un orden… ¡Va, y traiciona esas cortapisas!
Las traiciona, de repente, con tan sólo una frase… Dice que las cortapisas no se aplican debido a “la invención del dinero, y al acuerdo tácito de los hombres de reconocerle un valor, lo que permite posesiones más extensas“.
No dice que las cortapisas a la propiedad privada desaparezcan o pierdan validez, pero, al fin y al cabo, eso es lo que consigue: el dinero las elude.
De modo que, de repente, ni el producto ni la propiedad se consiguen con trabajo.
No… Ahora, se consiguen con dinero.
Ya no importa que no quede suficiente para los demás.
Y tampoco aplica lo de pudrirse, porque, para Locke, el dinero es como el oro y la plata, que no pueden pudrirse y por lo tanto, el dinero no llega a desperdiciarse… Eso es ridículo. El problema de usar dinero, oro o plata, radica en sus consecuencias.
Es una incongruencia tras otra.
Es un descarado truco de prestidigitación lógica para llevar las cosas a su terreno, al terreno de los dueños del capital.
Más tarde, Adam Smith, añadió mayor justificación religiosa.
Locke ya decía que se trataba de la voluntad de Dios, que la autoridad para apropiarse emanaba de Dios, pero Adam Smith fue más lejos: era el mismo Dios…
Smith vino a decir que Dios era la ‘mano invisible‘, que Dios era el ‘mercado’.
Así que ya no tenía sentido debatir sobre la “propiedad privada”, porque su origen… ¡es Divino!
Que haya ‘inversores que compren el trabajo ajeno’… ¡es Divino!
No hay límite al trabajo ajeno que se puede comprar, ni a lo que se puede acumular, ni a la ‘desigualdad’… porque ‘son Divinos’.
Otra gran idea que se deja caer entre paréntesis, como de pasada…
Si unos ponen productos a la venta (la ‘oferta’) y otras personas los compran (la ‘demanda’)…¿ cómo se iguala la oferta a la demanda, o la demanda a la oferta ?… ¿cómo pueden llegar a un equilibrio?
Esa es una cuestión central de la economía: cómo se logra ese equilibrio… Y Smith responde: por ‘la mano invisible del mercado’.
Ahora resulta que “Dios” está al quite.
Dios no sólo nos da el derecho a la propiedad, los recursos y la “ley natural”, como afirmaba Locke…
Ahora, “Dios” es el sistema mismo.
De hecho, Adam Smith, dice, como se puede leer en su libro ‘La Riqueza de las Naciones‘:
“la escasez de los recursos pone límites a la reproducción de los pobres, y la naturaleza no puede hacer otra cosa que eliminar a sus hijos.”
Así que Smith anticipó la Teoría de la Evolución, porque es muy anterior a Darwin, pero en el peor de los sentidos.
A los ‘pobres’ les llamó, la Raza de los Trabajadores.
Es algo peor que el racismo.
La mano de Dios hace inevitable que mueran innumerables niños: los mata la misma “mano invisible que equipara la oferta a la demanda, y la demanda a la oferta“.
¿Ves qué sabio es “Dios“?
La brutal destrucción de vidas, y el eco-genocidio posterior, están justificados por esas ideas de Adam Smith.
El sistema capitalista, llamado ‘de libre mercado’, concebido por los primeros filósofos económicos, como Adam Smith, era un “mercado tradicional” para comerciar bienes vitales, tangibles y reales.
Adam Smith nunca pudo suponer que el sector económico más lucrativo acabaría siendo, al final, el comercio financiero, el de “inversiones“, donde se gana dinero simplemente moviendo el dinero, en un juego ventajista de nula productividad para la sociedad.
Aunque parezcan degeneraciones de la idea original de Smith, estas aparentes anomalías no son sino el fruto de un principio fundamental de su teoría: el dinero es tratado como un producto, en sí y por sí mismo.
Hoy día, en todas las economías del mundo, sea cual sea su sistema social, el dinero se busca por el dinero en sí, y por nada más.
La idea que subyace bajo la misteriosa definición religiosa de “la Mano invisible” de Adam Smith, es que la sola y egoísta búsqueda de este producto ficticio, conseguirá, por arte de magia, el progreso y bienestar humano y social.
Pero, en realidad, incentivar la búsqueda del beneficio monetario, que algunos denominan “la cadena de valor monetario”, se ha disociado completamente del ‘objetivo vital’ fundacional, de “la cadena de valor vital”.
Lo que ha pasado es que la doctrina económica ha confundido completamente esas 2 cadenas de valor.
Dicen que la cadena de valor monetario proporciona la cadena de valor vital, que si se venden más productos, y crece el PIB, aumentará el bienestar, y que el PIB es el principal indicador de la salud social…
Ahí está la confusión.
La cadena de valor monetario es el beneficio obtenido de la venta de la producción, pero lo confunden con la “producción vital”, con la reproducción.
Así que, desde el principio, han asociado el dinero a la cadena de valor vital.
Se trata de un engaño deliberado y bien estructurado, tanto más letal cuanto más disociada está la cadena de valor monetaria de cualquier producción real.
Es una enfermedad del sistema, una enfermedad letal.
[Bienvenido a la Máquina]
En la sociedad actual, rara vez oirás hablar del progreso de un país o de una sociedad en función de su bienestar físico, de su felicidad, de la confianza o de la estabilidad social.
En su lugar, lo miden usando abstracciones económicas.
Tenemos el Producto Interior Bruto, el Índice de Precios de Consumo, el índice del mercado bursátil, la tasa de inflación… y otros.
¿ Pero miden algo real, o la calidad de vida de las personas ?
No. Son indicadores de la cadena de valor monetaria en sí misma, y nada más.
Por ejemplo, el Producto Interior Bruto de un país mide el valor de los bienes y servicios vendidos.
Pero dicen que mide la “calidad de vida” de la gente del país.
En EEUU, la sanidad supuso el 17% del PIB en 2009, unos 2 billones de euros.
Se deduce, por tanto, que tuvo un efecto positivo.
Y, según esta lógica, la economía de EEUU mejoraría si los servicios de sanidad aumentaran todavía más, si llegasen a 3… a 5 billones… ya que generaría más crecimiento, más trabajos, y por lo tanto, para orgullo de los economistas, aumentaría la calidad de vida del país.
Pero, un momento… porque… ¿qué significan realmente los servicios sanitarios?
Pues, que hay gente enferma y moribunda.
Eso es. Cuantos más enfermos haya, mejor irá la economía del país.
Ajá. Y no es una exageración ni una postura cínica.
Si se analiza a fondo, el PIB no sólo no mide la salud pública o social reales… El PIB es una medida de la ineficiencia industrial y de la degradación social.
Y cuanto más aumente, peor nos irán las cosas a nivel personal, social y medioambiental.
(Habla Michael C. Ruppert, periodista e investigación)
Sólo se obtienen beneficios, generando problemas.
El sistema actual no contempla beneficios económicos por salvar vidas, ni por devolver el equilibrio al planeta, ni por la justicia, ni por la paz…
Ahí no hay beneficios.
Hay un viejo dicho… “Aprueba una ley, y crearás un negocio“.
Ya sea un negocio para un abogado, o para quien sea.
Así, la delincuencia es negocio, igual que la destrucción es negocio en Haití.
En EEUU, hay unos 2 millones de personas en prisión, muchas de ellas en prisiones propiedad de empresas privadas como CCA y Wackenhut, cuyos valores se revalorizan en Wall Street según aumente la cantidad de personas que estén en prisión.
Eso es algo enfermizo.
Pero es un reflejo de lo que este sistema económico demanda.
¿ Y qué es lo que demanda este sistema económico ?… ¿ Qué sostiene a nuestro sistema económico ?
El consumo.
O, siendo más exactos, el “ciclo de consumo”.
Si se desnuda la economía clásica de mercado, queda un intercambio monetario que, si se detiene, o tan siquiera se desacelera, imposibilitaría mantener la sociedad actual.
Hay 3 actores principales en el escenario económico: el empleado, el empleador y el consumidor.
- El empleado vende su trabajo al empleador por dinero.
- El empleador vende sus bienes de producción al consumidor, a cambio de dinero.
- El papel del consumidor lo hacen empleador y empleado cuando gastan su dinero, que vuelve al sistema para permitir que el ciclo de consumo continúe.
Es decir, la economía de mercado actual presupone que siempre habrá suficiente demanda social de producto, como para que el dinero circule a un ritmo suficiente que mantenga en marcha el proceso de consumo.
Y cuanto más alta sea la tasa de consumo, mayor es el llamado crecimiento económico que mantiene en marcha a la máquina…
Pero, un momento…
¿No debía servir la economía para “economizar“?
¿El término “economía” no se refería a preservar la eficiencia y reducir el despilfarro?
En efecto… un sistema que exige consumir cada vez más… ¿ cómo preserva la eficiencia, y “economiza” ?
Pues… No, no lo hace.
El propósito del sistema de mercado es, en realidad, justo el opuesto del de una verdadera economía, que sería utilizar lo necesario para producir y distribuir los bienes vitales, de forma eficiente y conservacionista.
Vivimos en un planeta finito, con recursos finitos, donde, por ejemplo, el petróleo que hoy usamos, tardó millones de años en crearse, igual que los minerales que estamos utilizando.
Así que… un sistema que deliberadamente promueve la aceleración del consumo en pro del crecimiento económico, es una pura locura social y ecológica.
La eficiencia lucha contra el despilfarro.
¿ Que si hay despilfarro ?… Este sistema es el más derrochador de los sistemas habidos en la historia del planeta.
Todos los organismos y sistemas vivos sufren crisis y amenazas, y están en decadencia o colapso.
Todas las publicaciones serias de los últimos 30 años dicen lo mismo: que todos los sistemas vivientes sufren deterioro, incluso nuestros programas sociales… hasta el acceso al agua.
Intenta nombrar cualquier recurso vital que no esté amenazado y en peligro…
No puedes.
Ninguno se libra, y eso es muy, muy preocupante.
Pero ni siquiera nos atrevemos a indagar sobre la causa.
No queremos enfrentarnos a la causa.
Sólo queremos seguir adelante.
Ahí se ve la locura… Seguir haciendo lo mismo, una y otra vez, aunque está claro que no funciona.
En realidad, esto no es un sistema económico… más bien, esto es un sistema anti-económico.
[La Anti-Economía]
Nos dicen que el modelo de mercado competitivo, busca “crear el mejor producto posible, al menor precio posible“.
Nos dicen que, gracias a ese incentivo, a mayor competencia de mercado, mayor calidad de los productos.
Si yo tuviese que construirme una mesa, utilizaría los materiales mejores y más duraderos, con la intención de que aguantase lo más posible.
¿Querría hacer una mesa endeble sabiendo que, con el tiempo, la tendría que hacer de nuevo, y gastar más materiales y energía?
Esto, que parece tan lógico en el mundo físico… en el mundo mercantil, no sólo es considerado absurdo, es que ni se lo plantean.
Es técnicamente imposible producir “lo mejor” si ha de ser competitivo, ser asequible para el consumidor.
En realidad, todo lo creado y puesto a la venta en la economía global, es de “calidad inferior“, porque les resulta imposible cuadrar el hacer productos más avanzados y eficientes, y que sean también sostenibles y duraderos.
La economía de mercado exige la “eficiencia en costes“: se precisa reducir gastos en cada etapa de la producción.
En todos los costes: mano de obra, materiales, embalaje…
Con esta estrategia competitiva, buscan que el público compre sus productos, en lugar de los de otro competidor… que está haciendo exactamente lo mismo, para que sus productos también resulten competitivos.
Este persistente despilfarro del sistema podría denominarse “obsolescencia especulativa”.
Sin embargo, sólo es parte de un problema mayor…
Uno de los principios básicos de la economía de mercado, que, por cierto, no figura en ningún libro de texto, es: “Nada de lo producido debe poder durar tanto como para poner en peligro el ciclo de consumo”.
Es preciso que las cosas se averíen, que fallen o caduquen algún tiempo después.
Esto se llama “obsolescencia programada”, y es la columna vertebral en la estrategia de mercado de todas las empresas productoras.
Por supuesto, muy pocas empresas reconocen usar esa estrategia, y la enmascaran bajo la obsolescencia especulativa, ignorando o suprimiendo nuevos avances tecnológicos que podrían crear un producto más sostenible y duradero.
Así que, al derroche especulativo del sistema, que impide crear productos más duraderos y eficientes, se une la obsolescencia programada para reducir la vida del producto, y así poder mantener el ciclo de consumo, y, en consecuencia, el sistema económico de mercado.
Como la sostenibilidad o durabilidad del producto es inversamente proporcional al crecimiento de la economía, se acorta deliberadamente la vida útil de los productos.
Es la única manera de que el sistema funcione.
Los inmensos vertederos que se extienden por el planeta, atestiguan la presencia de la obsolescencia.
Millones de productos baratos, teléfonos móviles y ordenadores, portan minerales escasos y de difícil extracción como el oro, el coltán y el cobre, que se pudren en grandes vertederos debido al mal funcionamiento o a la obsolescencia de pequeñas componentes que, en una sociedad conservacionista, podrían repararse o cambiarse, prolongando la vida del producto.
Así, la eficiencia lógica que se debe aplicar a un planeta finito con recursos finitos, es totalmente ineficiente para el mercado.
En resumen: la Eficiencia, la Sostenibilidad y la Conservación son los enemigos de nuestro sistema económico.
Sin importar el impacto ambiental, los productos se crean y recrean constantemente.
Y con el sector servicios, pasa igual.
No se obtiene beneficio monetario si se resuelven los problemas que justifican esos servicios.
Realmente, lo último que la medicina privada querría sería curar enfermedades tales como el cáncer, porque se eliminarían muchos empleos y millones de ingresos.
Y, ya que sale el tema…
Económicamente hablando, el crimen y el terrorismo son buenos en este sistema, pues crean empleos de policía, y generan un caro mercado relacionado con la seguridad, por no mencionar los beneficios obtenidos de las cárceles privadas.
¿ Y qué decir de la guerra ?
La industria de la guerra es un gran motor del PIB, y en EEUU (sobre todo, pero también en otros países) es una de las industrias más lucrativas… aunque produce armas para la destrucción y la muerte.
El juego favorito de esta industria es destruir cosas para luego ir, y reconstruirlas.
Todo por el beneficio.
Véanse los recientes y billonarios contratos gracias a la guerra de Iraq.
El resultado final es que las peores lacras sociales se han convertido en rentables para la industria, y cualquier intento por resolver problemas, o por la sostenibilidad del medio ambiente y la conservación, chocan frontalmente con el sistema económico.
Por eso, cada vez que veas que sube el PIB de un país, asistes al crecimiento de unas carencias, reales o inventadas.
Por definición, una carencia surge de una ineficiencia.
Por lo tanto, si aumenta una carencia, es que ha aumentado una ineficiencia.
[Manipulación del Sistema de Valores]
El ‘sueño americano‘ se basa en el consumismo desenfrenado.
En el hecho de que los medios de comunicación, y, sobre todo, la publicidad comercial (debido a que todas las empresas necesitan crecimiento infinito) nos han convencido, o lavado el cerebro a la mayoría de personas de EEUU y del mundo, con que tenemos que tener X posesiones materiales ya, y la posibilidad de tener infinitas más, para ser felices.
Eso, simplemente, no es verdad.
¿ Y por qué la gente continúa comprando así, causando un eco-genocidio sistémico ?
Por una matemática de reflejo condicionado.
Si condicionas a un organismo de una determinada manera, obtienes los comportamientos, metas u objetivos deseados… De hecho, utilizan todas las tecnologías disponibles, y presumen de entrar en la mente de los niños, para condicionarlos hacia las marcas comerciales.
Así es como las personas nos volvemos tan tontas.
Se nos ha enseñado a ser tontos.
Es una manipulación del sistema de valores.
Si algo demuestra lo moldeable que es la mente humana, si algo demuestra cuán maleable es el pensamiento humano, y cuán fácil podemos llegar a ser guiados y condicionados, debido a los estímulos y refuerzos que recibimos desde el entorno… ahí está el mundo de la publicidad comercial.
Es asombroso el lavado de cerebro realizado sobre esos robots programados, conocidos como “consumidores“, que vagan hasta entrar a una tienda, y gastar, pongamos, 4000 euros en un bolso, cuyo coste es, seguramente, de 10, siendo fabricado en una empresa explotadora extranjera, solo por el ‘estatus cultural‘ que supuestamente da esa marca.
Los antiguos valores de la vida comunitaria, que incrementaban la confianza y la cohesión en la sociedad, han sido suplantados por los valores materialistas, y ahora intercambiamos porquerías inútiles, varias veces al año.
Por eso hay tanta gente obsesionada con las compras, porque han sido condicionados desde niños, a desear bienes materiales, como muestra de status en su familia y amigos.
Los valores sostienen el funcionamiento de toda sociedad, y la actual es como es, sólo porque nuestros valores sostienen el consumo desenfrenado que requiere el sistema de mercado.
Hace 75 años, el consumo per capita en EEUU y el Primer Mundo era la mitad del consumo actual.
La cultura de consumo actual ha sido creada e impuesta por la presión para aumentar los niveles de consumo.
Por eso, la mayoría de empresas ya gastan más dinero en publicidad, que en el proceso de producción.
Trabajan duro para crear falsas necesidades que has de satisfacer.
Y les funciona.
[Los “economistas”]
De hecho, los economistas no son realmente ‘economistas’.
Son publicistas del dinero, y todos sus modelos son meros intercambios de fichas para el lucro de las partes, totalmente ajenos al mundo vital real.
Está el caso del anciano de Ohio que no pagó el recibo de la luz… La compañía eléctrica le cortó el suministro, y el hombre murió.
Le cortaron la luz porque no obtenían beneficios si le mantenían el suministro, pero él no pagaba el recibo.
“- ¿ Cree que actuaron bien ?”
“- La culpa, realmente, no es de la compañía eléctrica, sino de los vecinos, amigos y compañeros de ese hombre que no mostraron la suficiente caridad para permitirle, como individuo, poder pagar su recibo de luz”
(Milton Fiedman, economista)
Mmmm… A ver…
¿He oído bien?
¿ Ha dicho que si un hombre muere por no tener dinero, la culpa es de otras personas, por la falta de caridad ?
Porque, si eso es así, vamos a necesitar muchas campañas, muchas recogidas de monedas y muchas huchas en todo el planeta para los 1000 millones de personas que hoy se mueren de hambre, gracias al sistema económico que Milton Friedman promociona.
Ya sean las teorías de Milton Friedman, F.A. Hayek, John Maynard Keynes, Ludwig von Mises, o de cualquier otro famoso economista de mercado, el razonamiento rara vez se sale de lo monetario.
Es como una religión.
Análisis del consumo, políticas de estabilización, déficit de gastos, demanda agregada…
Es un inacabable y recursivo discurso auto-contenido, donde la necesidades humanas, los recursos naturales y la búsqueda de la eficiencia, son descartados porque sí, y sustituidos por la singular idea de que los seres humanos, con sólo buscar tener más dinero que los demás, motivados por su propio y exclusivo interés personal, mágicamente crearán una sociedad sostenible, saludable y equilibrada.
No hay referencias a la vida en toda esta teoría, en toda esta doctrina.
¿ A qué se dedican, pues ?
Se dedican a seguir el rastro del dinero.
Sólo a eso, siguen al dinero, es lo único que les importa.
- Uno: No hay referencias a la vida… Casi nada… ¡ a la vida !
- Dos: Todos los agentes económicos buscan su beneficio egoísta. O sea, que sólo piensan en sí mismos, y en su propio provecho.
Así, lo único “racional” es la libertad para acaparar, y lo único que les interesa es maximizar el dinero o los productos.
¿ Y qué lugar ocupan las relaciones sociales ?… Ninguno, salvo el intercambio útil para engrandecerse.
¿Y nuestros recursos naturales ?… No importan, salvo para explotarlos.
¿Y la supervivencia de las familias ?… Tampoco importa. Basta con que tengan dinero para ‘comprar’…
Pero… ¿no debería la economía ocuparse de las necesidades humanas?… ¿No es eso lo fundamental?
Ah, pero esas “necesidades” no vienen en el diccionario… Sólo hay “deseos“.
¿Qué es “deseo“?
Pues dinero para comprar.
Deseos de dinero para comprar, no son necesidades humanas.
Sobre todo, si una persona no tiene dinero, pero necesita desesperadamente, por ejemplo, agua.
Y si “deseo” dinero para un inodoro de oro… ¿ A qué se destina ?… Al dichoso inodoro de oro.
¿Y esto es “economía“?
Desde luego, se trata del mayor y más descarado engaño de la historia del pensamiento humano.
[Sistema Monetario]
Hemos visto cómo es la “economía de mercado“.
Pero esa es sólo la mitad del sistema económico global… La otra mitad, es el “sistema monetario“.
La economía de mercado aborda las interacciones de la gente que busca beneficios con el trabajo, la producción y la distribución, mientras que el sistema monetario es un conjunto de políticas fijadas por las instituciones financieras, con el fin de crear condiciones apropiadas para la economía de mercado.
El sistema monetario usa palabras muy conocidas, como tasa de interés, préstamos, deuda, oferta monetaria, inflación…
Te quedas estupefacto con la jerga de los economistas:
“Tomar unas sencillas medidas preventivas, puede evitar tener que tomar medidas posteriores más drásticas” (Alan Greenspan, ex-presidente de la Reserva Federal)
En sí, el sistema monetario es bastante simple.
La economía, ahora global, se rige desde 3 ejes básicos.
Uno es la reserva fraccional: los bancos imprimen dinero salido de la nada, y luego te aplican un interés compuesto.
Siempre has de devolver más de lo que pediste prestado, así que tú también creas dinero nuevo, salido de la nada, que ha de pagarse con intereses, creando aún más dinero.
Vivimos bajo un modelo de crecimiento infinito.
Este modelo económico es una estafa piramidal.
Nada crece eternamente.
No es posible.
James Hillman, gran psicólogo, dijo: “Lo único que crece sin fin, es un cáncer”
Cada vez, más dinero, pero también más consumidores, más pago de intereses, generando a su vez más dinero.
Eso no es posible en un planeta finito.
Las personas sólo valen para crear dinero, el cual, a su vez, debe crear más dinero para evitar que todo se hunda, como está pasando ahora mismo.
Basta saber 2 cosas acerca del sistema monetario:
- UNO: Todo el dinero se crea con deuda. El dinero es deuda monetarizada, ya sea con bonos del tesoro, contratos hipotecarios o tarjetas de crédito. Si toda la deuda acumulada tuviera que ser pagada hoy… no quedaría ni un sólo céntimo en circulación.
- DOS: Se aplica un interés en cada préstamo, pero no hay dinero suficiente en el mundo para pagarlos todos. Los préstamos sólo crean capital, no intereses, así que ese capital es el único dinero existente. Así que, si toda la deuda acumulada tuviera que ser pagada hoy, no sólo no quedaría ni un céntimo en circulación, sino que se seguiría debiendo una cantidad enorme de dinero que es literalmente imposible devolver… porque no existe.
Todo esto trae 2 consecuencias inevitables: la inflación y la bancarrota.
La inflación es una tendencia histórica de todo país, e inevitable, porque cada vez hace falta más dinero para pagar los intereses, y mantener el sistema funcionando.
La bancarrota es el derrumbe de la deuda.
Le ocurre a una persona, negocio o país, cuando ya no puede pagar los intereses.
La economía de mercado se beneficia de todo ello, porque…
La deuda crea presión.
La deuda crea esclavos asalariados.
Es más probable que alguien endeudado trabaje por menos dinero, que alguien no endeudado.
Somos mercancía barata.
Las empresas prefieren empleados sin exigencias financieras.
Y eso mismo, aplica al caso de un país…
El Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, representando los intereses de las multinacionales, otorgan grandes préstamos a países con problemas financieros a un interés muy alto, y cuando los países están hasta arriba de deudas, y no pueden pagar, les aplican medidas de austeridad, y las multinacionales se abalanzan con fábricas donde explotar gente y recursos naturales.
Esa es la eficiencia del mercado.
Y, por si fuera poco, los sistemas monetario y de mercado tienen un híbrido, llamado “mercado bursátil“, que, en lugar de producir algo real, sólo se dedica a comprar y vender dinero.
¿Sabes lo que hacen con la deuda?
Pues sí… ¡la comercializan!
Compran y venden deuda para lucrarse.
Desde seguros ante incumplimiento crediticio, y obligaciones sobre el aval de la deuda de los consumidores, a complejos productos derivados que ocultan la deuda de los países, como el chanchullo entre Goldman Sachs y el gobierno de Grecia, que casi hundió la economía europea.
Los mercados bursátiles, como Wall Street, disparan la locura creada por la cadena de valor monetario.
(Habla Max Keiser, analista financiero, autor de “El Informe Keiser”)
Para entender los mercados bursátiles, basta leer un editorial del Wall Street Journal de hace 2 años, titulado “Enseñanzas del Inversor con Daño Cerebral“.
Explicaba que a las personas con un ligero daño cerebral, les va mejor como inversores que a los que tienen un normal funcionamiento cerebral.
¿ Por qué ?
Porque esa persona con ligero daño cerebral no posee empatía.
Esa es la clave.
Si no tienes nada de empatía, te va bien como inversor.
Por eso Wall Street se nutre de gente sin empatía.
Van allí, toman decisiones y comercian sin ningún reparo, sin pararse a pensar, ni ver cómo afecta a su prójimo.
Wall Street se nutre de estos robots.
De esta gente sin alma.
Pero, como tampoco les quieren pagar, ya usan robots de verdad, programas de software para operaciones algorítmicas.
El escándalo de Goldman Sachs y sus operadores automáticos: ponen un ordenador al lado de la Bolsa de Nueva York. Este ordenador de respaldo revisa y lanza todas las órdenes de compraventa, pero, de paso, se queda con unos céntimos…
Estaban todo el día desviando dinero.
¿Cómo si no, pudieron el año pasado estar 30 ó 60 días seguidos sin perder dinero?
¿Cómo si no, pudieron seguir ganando millones cada día?
¡Es estadísticamente imposible!
Yo trabajé en Wall Street, y era una sucesión de sobornos…Los corredores sobornaban a sus gerentes, los gerentes sobornaban a sus jefes regionales de ventas, y éstos sobornaban al jefe nacional.
Se daba por sobreentendido.
La mayor gratificación en navidad, es para el inspector.
El inspector está todo el día sentado, sin hacer nada.
No vigila si se incumple el margen legal de beneficios.
Claro, cuanto mayor es el soborno entregado al inspector, ¡mejor cumples la ley!
¿Cómo se ha podido convertir el fraude en la norma?
No es una excepción.
Es la norma.
Es como el chiste de Woody Allen: “Doctor, mi hermano cree que es una gallina“.
El doctor le dice: “¿Por qué no le mete en un manicomio?”
Y él contesta: “Lo haría, pero necesito los huevos”
Las operaciones fraudulentas de crédito entre bancos, buscando comisiones y gratificaciones, se han convertido en el motor del crecimiento del PIB de la economía de EEUU.
Aunque son operaciones fraudulentas, nunca serán castigadas.
No procesan, generan ni reaseguran nada.
Si escribo “20 mil millones” en una servilleta de bar, y JP Morgan escribe “20 mil millones” en otra servilleta, e intercambiamos las servilletas, acordando pagarnos una comisión del 0’25%, menuda gratificación de navidad obtenemos…
Hacemos un apunte contable, 1 servilleta de 20 mil millones, sin ningún valor real, y cuando el sistema ya no pueda absorber esas servilletas, le pedimos al gobierno que nos rescate financieramente.
Y gracias a Wall Street y al mercado bursátil global, hay, por lo menos, 500 billones de euros de créditos fraudulentos pendientes de pago, llamados “derivados“, llamados a derrumbarse.
Esa cifra supone 10 veces el PIB de todo el planeta.
Hemos visto gobiernos rescatar a empresas y bancos, gracias, aunque sea de risa, a otro préstamo bancario.
Ahora estamos viendo países enteros, siendo rescatados por otros países, a través de bancos internacionales.
Pero, ¿cómo rescatas a todo un planeta?
Todos los países ya están asfixiados por las deudas.
Estamos en otra espiral de quiebras de deudas nacionales, a tenor del puro cálculo matemático.
En EEUU, sería preciso elevar un 60% el impuesto de la renta sólo para pagar los intereses que vencen a medio plazo.
Los economistas pronostican que, en pocas décadas, el 60% de los países del planeta estarán en bancarrota.
O sea, a ver si lo entiendo.
El mundo va hacia la bancarrota, con lo que diablos eso signifique, debido a ese concepto llamado “deuda“, que ni siquiera es real, que sólo forma parte de un juego que hemos inventado… pero que compromete el bienestar de miles de millones de personas.
Despidos masivos, favelas, pobreza extrema, imposición de medidas de austeridad, cierre de escuelas, hambre infantil… y otras privaciones para las familias, y todo, por causa de esta farsa inventada…
¡¿ Qué somos, unos malditos idiotas ?!
– ¡Hola!… ¡ Marte, amigo !… ¿ Una ayuda para un hermano, eh?
– Madura, chico.
– ¡Saturno!… ¿Qué pasa, hermano?… ¿Recuerdas aquella nebulosa tan sexy que te presenté?
– Oye, mira, Tierra… Ya estamos cansados de ti. Todo lo que se te dió, lo has despilfarrado. Tienes recursos más que suficientes, y tú lo sabes… ¿Por qué no maduras, y eres más responsable, a ver?… Haces desdichada a tu madre… Estás sola, sabes…
– Ya, bueno…
[Salud Pública]
Esta máquina de despilfarrar, llamada “economía de mercado“, más la máquina de hacer deuda, llamada “sistema monetario“, conforman el modelo económico globalizado actual, y todo este sistema, provoca una cosa…
Desigualdad.
Se favorece la tendencia al monopolio y a concentrar poder en un puñado de empresas que dominan al resto, por su dinero, no por su utilidad, y se premia con incentivos de
200 millones de euros al año a los gestores de fondos de riesgo bursátiles, aunque no hacen realmente nada útil.
Mientras, un científico que busca ayudar a la humanidad investigando la cura para alguna enfermedad, gana 45 mil euros al año, si tiene mucha suerte.
El sistema monetario promueve la división en clases.
Por ejemplo: si tengo 1 millón de sobra, y lo pongo a plazo fijo al 4%, ganaré 40.000 al año.
Sin efecto social real alguno.
Pero, si soy de clase baja, y tengo que pedir un préstamo para comprar mi coche o casa, los intereses que pague serán en realidad, para pagar el 4% del depósito del millonario.
Este robo a los pobres para pagar a los ricos, es la base del sistema monetario, y podría definirse como “clasismo estructural”.
Por supuesto, históricamente, la estratificación social siempre ha sido considerada injusta, pero ahora es aceptada, de forma general, siendo el 1% de la población dueña del 40% de la riqueza del planeta.
Pero, además de la injusticia material, la desigualdad esconde algo más…
El increíble deterioro de la salud pública.
Es chocante el contraste entre el éxito material, con niveles de riqueza sin precedentes, y el fracaso social general.
Si ves las tasas de abuso de drogas, violencia, autolesiones en niños, o enfermedades mentales, es claro que algo va muy mal en nuestras sociedades.
Los datos confirman lo que la gente ha dicho durante muchos cientos de años: que la desigualdad genera discordia y erosión social.
Y eso es más cierto de lo que cabría imaginarse.
La desigualdad ejerce poderosos efectos psicológicos y sociales.
Así surgen los complejos de superioridad e inferioridad.
Causa enfrentamiento.
Surgen la falta de respeto, y que haya personas que se sientan menospreciadas.
Por eso, en las sociedades más desiguales, hay más violencia.
A menudo, la violencia se dispara por un sentimiento de menosprecio, y de falta de respeto hacia las personas.
En resumen, la mejor premisa para evitar la violencia, es la “igualdad“.
El factor que más afecta a la tasa de violencia, es el grado de igualdad o de desigualdad de una sociedad.
Se trata de una aberración social general.
No es que vayan mal sólo una o dos cosas…
Según aumenta la desigualdad, todo va a peor: la delincuencia, la salud, las enfermedades mentales…
Así, en lo que respecta a la salud pública, nunca jamás cometas el error de ser pobre.
O de nacer pobre.
Tu salud lo pagará muy caro, conforme a la “curva socioeconómica de la salud“.
A medida que se bajan escalones sociales, hablando en términos de estatus socioeconómico, la salud empeora, se sufren muchas enfermedades, la esperanza de vida disminuye, la tasa de mortalidad infantil aumenta… Y así con todo.
Interpretar esa curva trajo polémica.
Para algunos era obvio: el enfermo es menos productivo, y por eso, la salud origina las diferencias socioeconómicas.
Pero no es así, para nada.
Es al revés: viendo el status socioeconómico de un niño de 10 años, se puede predecir cómo será su salud décadas después.
Nivel social implica salud.
Para otros, lo obvio era: los pobres no van al médico, porque no pueden pagarlo.
Pero el problema no es la cobertura médica, porque los países con asistencia médica universal y seguridad social estatal, también sufren la misma curva.
Otra interpretación obvia era: cuanto más pobre eres, más probable es que fumes, bebas y lleves un estilo de vida poco sano.
Sí, influye, pero estudios en profundidad muestran que así sólo se explica un tercio de los casos.
Entonces, ¿qué es?
Es… el ESTRÉS de la pobreza.
De Bill Gates, para abajo, cuanto más pobres eres, peor es tu salud.
Pero con un matiz importante.
La salud empeora, no por ser pobre, sino por sentirse pobre.
Se debe a la gran influencia del estrés crónico en la salud.
El mayor estrés humano se debe a la mala calidad de las relaciones sociales.
Y lo que más reduce la calidad de las relaciones sociales, es la estratificación socioeconómica de la sociedad.
La ciencia ha demostrado que, independientemente de la riqueza material, el estrés por vivir en una sociedad estratificada provoca grandes problemas de salud pública, y cuanto mayor la desigualdad, peores son los problemas.
– Esperanza de Vida: Mayor en los países más igualitarios.
– Abuso de Drogas: Menos en los países más igualitarios.
– Enfermedad Mental: Menos en los países más igualitarios.
– Capital Social, definido como la capacidad de las personas para confiar en los demás: por supuesto, Mayor en los países más igualitarios.
– Resultados Educativos: Mejores en los países más igualitarios.
– Tasa de Homicidios: Menos en los países más igualitarios.
– Delincuencia y Reclusión: Menos en los más igualitarios.
Y la lista sigue, y sigue…
Hay menos Mortalidad Infantil, Obesidad y Madres Adolescentes en los países con más igualdad.
Otro también muy interesante…
Innovación: es Mayor en los países con más igualdad… rebatiendo la extendida idea de que una sociedad competitiva y estratificada es más creativa e inventora.
Además, el estudio “WhiteHall Study“, del Reino Unido, confirmó que hay más enfermedad y mortalidad cuando más abajo se está en la escalera socioeconómica.
Por ejemplo, se encontró que los peldaños más bajos de la jerarquía social, tenían 4 veces más mortalidad por enfermedades cardíacas, que los peldaños más altos.
Y esto es así, al margen del coste del servicio de salud.
Cuanto peor sea el estatus financiero de una persona, peor será su salud.
Este fenómeno es reflejo del “estrés psico-social”, y explica las aberraciones que asolan la sociedad actual.
¿Su causa?
El sistema monetario de mercado.
Ese es el mayor destructor de la ecología, el mayor causante de desperdicio, agotamiento y contaminación, el mayor generador de violencia, guerra, crimen, pobreza, maltrato humano y animal… el mayor generador de neurosis sociales y personales, desórdenes mentales, depresión, ansiedad…
Y además, la mayor fuente de parálisis social, que nos impide migrar hacia nuevas soluciones de salud personal, sostenibilidad global y progreso en este planeta.
No es la corrupción de este o aquel gobierno, o ley… No es esta o aquella empresa, ni este o aquel banco… no es un trastorno de la naturaleza humana… y no se trata de un oscuro secreto que controla el mundo.
Sólo es… este sistema socio-económico, ni más ni menos.
“La economía de mercado fomenta la escasez, a una escala sin precedentes, oranizando la producción y la distribución según el comportamiento de los precios, de forma que todos los recursos vitales dependen de la acumulación y el gasto. La escasez es la base de toda la actividad económica “.
(Marshall Sahlins, antropólogo)
“La codicia y la competencia no son fruto de una naturaleza humana inmutable. De hecho, la codicia y el miedo a la escasez, son continuamente creados y amplificados como consecuencia directa de la cantidad de dinero que estamos utilizando. Podemos producir alimentos más que suficientes para alimentar a todo el mundo, pero claramente no es suficiente dinero para pagar por todo. La escasez está en nuestras monedas nacionales. De hecho, el trabajo de los bancos centrales es crear y mantener esa escasez. La consecuencia directa es que tenemos que luchar entre nosotros, con el fin de sobrevivir.”
(Bernard Lietaer, economista)