En realidad, el prometedor negocio del “internet de las cosas” promoverá tu pasividad.
Nuestros propios hogares y oficinas nos vigilarán y responderán a nuestras supuestas necesidades sin darles instrucciones, al haberles otorgado la misma autorización tácita y poder delegado que a las castas y clanes que, supuestamente, velan por nosotros.
Reemplazar lo vital por lo virtual ampara tanto la táctica del avestruz de esconder la cabeza, como la del divide y vencerás… El telecontrol les ayudará a mantener el control.
La única manera de llegar a la Casa Blanca será por globo aerostático en un ficción de “realidad aumentada“.
Porque la auténtica y descomunal realidad del poder parecerá empequeñecida dentro de globos-sonda.
Matemáticamente reducida hasta parecer despreciable.
Y si protestas contra la injusticia propia y ajena, te dirán que no es obligación del estado (y, mucho menos, gratuita), que “toda muerte es natural“, que “la felicidad no depende de logros o situaciones ideales, sino de nuestra salud mental“, que debes “mirar el mundo a través de unos ojos que no se quejan“, que tu interacción social debe ser egoísta y sólo aceptar los contactos “útiles“, aunque sean “eneamigos“…
Y tendrá su razón de ser…
Deberás adular sinceramente, por si en ese momento leen tu mente.
Y lo harás con agrado, porque serás, inexorablemente, un autoempleado.
Trabajarás en empresas virtuales tan “flexibles“, que carecerán de empleados fijos.
Los contratos operarán sobre la base temporal de horas.
Despídete de sueldo mínimo, indemnizaciones por despido, vacaciones pagadas, préstamos…
Será como Sin Sin.
Sin seguridad… Ni laboral, ni seguro médico, ni seguro de vida…
Sin planes: ni de formación, ni de carrera, ni de pensiones, ni de continuidad, ni de contingencia, ni de futuro…
Voluntario para el empleo precario.
A la orden de lo que mande la demanda.
Empresas de meros revendedores, que hacen y deshacen alianzas temporales, operando en paraísos fiscales.
Empresas tan virtuales, que se crean en 10 minutos.
Y que carecen de oficina propia…
Cuando un Banco se asienta en un lugar físico, es para intentar mostrar que es de fiar.
Y cuando no revisten sus sucursales de bronce y mármol y de costosos expositores y mobiliario, se interpreta que no quieren acometer la inversión porque no planean quedarse mucho tiempo… Que se trata de sinvergüenzas que planean huir con el dinero.
Es como pagar un caro anuncio publicitario o una carrera universitaria difícil: para una empresa, mantener una oficina física para sus empleados es un indicio de credibilidad.
Dudosa credibilidad, si parten de que lo intangible supone más del 80% de su valor.
Un trabajador que se cree emprendedor por llevar chancletas y bañador, al sol, no se distingue de un emprestador con una chabola por vestidor.
Normal que las empresas apuesten por la realidad virtual…
Intentan disimular su simulación.
Sin robots, ya parecíamos meros autómatas programados.
Siervomecanismos.
La robótica y los ordenadores tienen todo el sentido sólo cuando contribuyen a nuestra realización biopsicológica, como especie.
Su potencia, eficiencia y precisión en actividades complejas, repetitivas o arriesgadas, ha de servir para mejorar el nivel de vida humano, no para empeorarlo.
Lo importante no son las tareas, sino nosotros.
Los robots no defraudan, pero tampoco perdonan.
¿Por qué hacer de la virtualidad vital, una virtud viral?
¿Hay que dar la bienvenida a que el turista del futuro, sin tiempo ni dinero, a falta de la experiencia real, tenga que conformarse con la virtual?
¿Hay que albergar refugiarse en una “segunda vida” vivida en un mundo virtual, como haría un impedido físico que no ve a nadie ni habla con nadie, para poder conseguir una vida social de relaciones cercanas e intensas, o para disfrutar de miniespacios de tranquilidad e incluso soledad (¿paz?) en este sistema de masificación y falta de infraestructuras?
¿Hay que suspirar por sólo respirar desde pequeñas burbujas de autosatisfacción?
¿A eso le llamaremos “vivencias“?
Virtualizar algo, es abstraerlo de su componente físico.
De ahí a extraer su esencia, a desdibujarlo, a convertirlo en una caricatura con mirada métalica, a difuminarlo hasta borrarlo…
¿Sin alma?
Desalmados.
A menos que tu yo no sea tuyo.
(Continuará)
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Con tantos millones de personas en un planeta cada vez más urbanizado, será chocante “no ver a nadie“.
Si nadie va a encargarse, sin trabajo en una sociedad de consumo… ¿Dónde ir?
Ante la perspectiva de correr por cantar el corrido de Juan Sin Tierra, lo que sugieren es que te quedes sentado.
Eso explicaría por qué nos van acostumbrando a vivir en un “mundo virtual“.
Una involución.
Para adentro.
Y, aunque sentados, y moviéndonos mentalmente por las autopistas de la información… Estaremos localizados y clasificados permanentemente.
Física y conductualmente.
A través del móvil, del GPS, del Wi-Fi, de la conexion fija a Internet, del satélite, de las cámaras de vigilancia con reconocimiento facial, de los smartwatches, de las cámaras de fotos georeferenciadas, de las etiquetas RFID que portan información, de las etiquetas inteligentes que almacenan, muestran y transmiten información, del “internet de las cosas” que usas y que se comunican hablando M2M…
Y, todo ello, capturado, gestionado y procesado en un sistema “Big Data“, convertido en una encarnación de “Big Brother“, donde rendimientos anteriores postulen comportamientos futuros; un precrimen predictivo, pero falible, cuya capacidad para correlar el fraude financiero quedará en la pura ciencia ficción.
Algunos cantos de sirena tecnológicos, más que música para los oidos, provocan gran desconcierto.
Maravíllate por cómo una simple hipoteca subprime puede terminar convirtiéndose en un “producto virtual“, un derivado financiero tan complejo que quedaba al margen del control…
O por cómo puede ser más caro hacer una reserva por Internet, mientras pregonan que “la virtualidad de Internet elimina intermediarios y puntos de venta“…
Pregúntate si los robots conciliarán el sueño contando ovejas eléctricas.
Imagina localizar al roboético (por arrepentido) Oppenheimer de turno, y preguntarle quién asumirá la responsabilidad de las acciones realizadas por robots en los ámbitos civil y militar…
Y, cuando despiertes de tu propia ensoñación, ruega que ningún organismo o individuo te hackee el coche mientras le aplicas “parches de seguridad” que has tenido que suscribir, y rezas para que vuelva a arrancar, no te estrelle contra ningún policía de metal, el vehículo autoevalúe los daños sufridos, envíe un informe desfavorable a la empresa de seguros, te cargue automáticamente los costes en tu cuenta bancaria, el frigorífico compruebe que no tienes suficiente saldo disponible, se conecte al supermercado y te llene la nevera de barata comida basura que te suba los niveles de urea en la sangre, y el inodoro analice tu orina y mande un informe negativo a tu aseguradora sanitaria privada y a tu empleador…
Todo ello, moviéndote y lanzando pedos sin parar, ya que tienes que generar energía de forma autosuficiente para alimentar todos los sensores inalámbricos diminutos colocados sobre tus cosas y sobre ti, evitando aumente la cara factura, y especialmente, la detallada información sobre tus aparatos y tu nivel socioeconómico que tu compañía eléctrica difunde a otras empresas y en las redes sociales sobre ti, después de haberte obligado a instalar sus “contadores inteligentes“.
En la involución que lleva de la deshumanización a la cosificación, y de ésta a la codificación, quieren que aparezcas como un ser virtual ante un espejo y ante los demás.
Que transmitas y retransmitas mensajes tan indescifrables, como codificada parece mostrarse la realidad.
Tus rituales serán virtuales.
(Continuará)