Epílogo
Las actuales concentraciones de CO2 en la atmósfera no tienen precedentes en, al menos los últimos 800.000 años, y van 100 veces más rápido que durante los últimos 20.000 años.
Como hemos visto, se debe a que la especie humana ha emitido grandes cantidades de gases de efecto invernadero, especialmente CO2, tras quemar combustibles fósiles.
Los cambios ocasionados en el planeta son de tal magnitud, que se puede afirmar que hemos puesto en peligro nuestra propia supervivencia.
El cambio climático es un problema real… No se corre el riesgo de crear un mundo mejor porque sí.
El capitalismo nos acerca al abismo del cataclismo.
La lucha contra el cambio climático podría constituir la mejor oportunidad para adoptar una economía basada en los recursos.
De nosotros dependerá el conseguirlo o no.
Una huella de carbono liviana sería un legado-regalo para ésta y las próximas generaciones.
Para variar… una bella, por poco profunda, huella.
El término «Antropoceno» se le ocurrió al científico Paul Crutzen, ganador del premio Nobel, durante una conferencia en el año 2000, para denotar, por analogía con el período de la Tierra llamado «Holoceno«, esta época en la que el ser humano ha modificado la capacidad del planeta para servir como hábitat.
Hasta ahora, se caracteriza por ser una época de extinciones en masa y de ruptura de los sistemas medioambientales.
Como de nosotros depende medirla, si no lo remediamos, será una era corta y nefasta.
Salvo que actuemos ya, el Antropoceno será la época en que un desnudo animal existencial, egoísta y jerárquico como los monos recolectores de fruta, colaborativo y cooperativo como los cazadores carnívoros, degradó los recursos del planeta hasta hacerlo inservible para su propia supervivencia.
Así, el Antropoceno quedará como la era de un antropoide antropófago que atrofió su planeta hasta convertirlo en un antro de mala muerte.
No sería la primera vez que ocurre una crisis ecológica.
Las cianobacterias, unos microorganismos, evolucionaron hace 2500 millones de años, pasando a realizar el proceso de la fotosíntesis que convierte el CO2 en oxígeno mediante energía solar, desligándose así de su dependencia de la energía del suelo.
Las emisiones acumuladas de estos diminutos seres causaron que la concentración de oxígeno en el aire pasara de un 0,02% a un 21% .
Esto provocó la primera gran crisis ecológica porque, aunque pueda no parecerlo… el oxígeno es un gas tóxico.
El correspondiente cambio climático afectó a toda la biodiversidad de la época.
Muchas especies, como las arqueobacterias, simplemente, desaparecieron.
Incluso, el océano cambió de color, pasando del rojo al azul.
Al planeta, cualquier extinción biológica le es indiferente.
Seguirá girando.
Sea cual sea el extremo al que lo llevemos, el planeta se regenerará y sobrevivirá al «Antropoceno«.
Y, algún día, otra especie, basada muy probablemente en ADN de carbono, emergerá con la capacidad para reflexionar sobre su propia existencia, indagará en la historia geológica, e identificará lo que sucedió.
Dentro de millones de años, esa civilización descubrirá restos humanos.
Quizá de catacumbas, de genocidios, de fosas comunes, de cunetas, de cementerios de guerra…
El Antropoceno se excavará y mostrará polvo de antrópodo prensado con cruda solidez.
Rocas sedimentarias orgánicas, formadas por corrupción, acumulación y presión.
Igual que el carbón y el petróleo, ocultos en lo profundo de la tierra.
Igual que muchos picos montañosos de roca caliza que se alzan entre las nubes, como el Everest.
Otro recurso «no renovable«.