Archivo de agosto 2010

23
Ago
10

La paradoja de Hawking

Stephen Hawking cree que habrá que colonizar el espacio en 200 años para sobrevivir.


El científico declaró recientemente:  «Creo que el futuro a largo plazo de la raza humana está en el espacio. Será difícil evitar una catástrofe en el planeta Tierra en los próximos dos siglos; nuestra especie se salvará si nos desplegamos en el espacio».


Hawking, de 68 años, conocido por sus trabajos sobre el universo y la gravedad, y por ser el autor de ‘Una breve historia del tiempo‘, uno de los mayores éxitos de la literatura científica, propone una carrera espacial… pero no entre dos superpotencias con destinos imperiales.


Se trata de salir a la carrera con destino a las estrellas.


Ya en 2006, Hawking abogaba por la conquista del espacio«La vida en la Tierra está en un creciente riesgo de ser destruida por un desastre, como el calentamiento de la atmósfera, una guerra atómica, un virus modificado por medio de la ingeniería genética u otros factores, y no creo que la raza humana tenga futuro a menos que se vaya al espacio».


Habla de colonizar el espacio.


Se dice pronto.


Bueno, en menos de 200 años. Ese sería el plazo para evitar la extinción de la especie humana.


Viendo cómo va la Humanidad en el planeta Tierra, no sería de extrañar.


Al menos,  Hawking da más margen para la salvación que la supuesta profecía maya del Fin del Mundo en 2012, que en realidad es un mero cálculo de la entrada del Sol en la Era de Acuario, debido al fenómeno natural de la ‘precesión de los equinoccios’. No es un caso único: la Biblia también lo malinterpreta, por un error de traducción, asociándolo con el Fin del Mundo. La palabra Mundo debía haberse traducido correctamente como Era o Edad; en realidad, Jesús era un mito astrológico que personificaba al Sol en la Era de Aries, y que moría al entrar el Sol en la Era de Piscis actual; lo que vino después, fue una re-fabricación de ese mito, para unificar y controlar mentes y voluntades.


Serán, pues, 200 años. En marcha.



La gran evasión



No parecerá obvio, pero salir del planeta ya constituye todo un problema.


En primer lugar, la selección del pasaje. Hawking podría ocupar una butaca en tanto científico. Los ingenieros, también. Los políticos, los militares y los evangelizadores de todas las religiones dirán ser imprescindibles, y no faltarán. Y los terrícolas millonarios, a los que Richard Branson ya vende pasajes para turismo espacial orbitando alrededor de la Tierra, seguro que también se apuntan a cualquier precio.


Por muchas naves que se construyesen, se quedará fuera, al menos, el 99,9% de la población mundial: casi 7000 millones de seres humanos.


Enhorabuena a los premiados. Pero todo el proceso será clasificado como Top Secret; mejor no revelar nada a la gran mayoría que se queda, no sienta bien extinguirse, al menos la primera vez.



Desde abajo, veremos partir esas naves fuera del arco del cielo (con permiso de los que siguen asumiendo que la tierra es plana). Ese día habrá final del Mundial de Fútbol, de la Super-Bowl, del la Series Mundiales de béisbol, una carrera de Formula 1, ó cualquier otro evento que nos distraiga, de modo que a algunos les parecerá haber visto ovnis elevándose. En realidad, nos habrán dejado a nuestra suerte. Poco amable el no haberse despedido, por otro lado. Como habitualmente, no se lo tendremos en cuenta.





Habrá que ver la reacción de la gente cuando vea que algunas de esas naves, se hacen añicos, y vuelven a la atmósfera como bolas de fuego para acabar de desintegrarse.


Y no porque no estén construidas pasando estrictos controles de calidad.



Es que tendrán que atravesar una verdadera nube de chatarra espacial.


Basura que todas las misiones y satélites enviados al espacio han ido dejando en órbitas próximas a la Tierra. De los unos 6.000 satélites puestos en órbita en los últimos 50 años, sólo quedan operativos 500; al resto, se les ha ido dando por vencida su fecha de garantía, pero sus restos permanecen como desechos que, pese a estar en órbita, alcanzan una velocidad relativa muy grande, de unos 52000 kilómetros por hora. A esas velocidades podría causar grandes problemas, o, directamente, una catástrofe.


Desde 1991, se han registrado al menos 3 colisiones en la órbita terrestre por culpa de la basura espacial.  La Estación Espacial Internacional (EEI) debe realizar, de vez en cuando, maniobras de evasión para evitar colisionar con restos espaciales. La NASA ha confirmado que los transbordadores espaciales son golpeados habitualmente por esta chatarra, y que más de 80 ventanas han tenido que ser reemplazadas, con los años; el programa de transbordadores espaciales finaliza en 201180 ventanas de 132 lanzamientos son una buena razón para dejarlo.


Pero las colisiones con/entre la basura espacial se van a ir multiplicando, con lo que, a su vez, aumentarán los objetos peligrosos en órbita. La progresión matemática que calculan los expertos, cifra en más de 18 choques anuales el número de accidentes producidos por esta chatarra dentro de 200 años, justo al tiempo límite que propone Hawking para abandonar el planeta. En realidad, en sí ya es una buena razón para salir pitando.  Será más probable que te caiga un trozo de materia desde el cielo, que ganar a la lotería.





De modo que en mitad de evento deportivo, ignorantes de la gran evasión, si levantamos la cabeza hacia el cielo, veremos que algunas naves se incendian y caen como bolas de fuego. La mayoría hará la ola pensando que son fuegos artificiales, y parte del espectáculo. Algunos pensarán que es una señal del Apocalipsis. Muy pocos, los que estén en el secreto, pero no fueron sido seleccionados para la aventura, a duras penas disimularán la risa.

Planteando planetas


Supongamos que la mayoría de naves que albergan a la exigua minoría de escogidos, consiguen sortear el cinturón de chatarra.


La misión que han emprendido no consiste en ir a la Luna a formar una base con un banco para preservar la
biodiversidad. A la biodiversidad, que la den. Además, el material genético base estaría precontaminado por pesticidas y antibióticos, y el banco de semillas, por transgénicos.


Tampoco se trata de terraformar Marte: para construir una atmósfera se tardarían 200 años, y estaríamos ya fuera del plazo de Hawking, que es precisamente de 2 siglos.


La misión va de salvar sus bonitos y caros culos. Se dirigirán hacia un planeta habitable.


Y el mejor candidato es el planeta Gliese 581 c.




Los estudios indican que podría poseer hidrógeno y oxígeno en su atmósfera, denotando la existencia de agua. Es, además, el primero que se descubre que posee temperaturas entre y 40º, que permitan mantener agua líquida en su superficie.


Es el planeta Gliese 581 c.


Es lo más parecido
a la Tierra que se conoce hasta ahora.


Sólo hay un problema. Está a 20,5 años luz de distancia.


El Apolo 10 ostenta el récord de velocidad más alta alcanzada por un vehículo tripulado, viajando a 39897 km/h.


Con él, tardarían más de 27000 años en llegar a Gliese 581 c.





La NASA propone utilizar el novedoso sistema Mag-Beam, que conlleva la instalación de una estación espacial alrededor de la Tierra que genere un chorro de iones magnetizados, los cuales interactuarán con una vela magnética desplegada en la nave que va a viajar. Ya es problema que, para impulsar una flotilla de naves, haya que instalar una estación por cada una, pero teniendo en cuenta que fueron muchos los llamados, pero pocos los elegidos, seguirá llegando la luz del sol a los que se quedaron «en Tierra«.


Con el sistema Mag-Beam, la NASA asegura se podría viajar al doble de velocidad del Apolo 10.


Vano consuelo: serían 13500 años de viaje hasta Gliese 581 c.


Da igual, la NASA nunca ha llegado a probar ese sistema; aún es sólo teoría.


Ante la exasperante (por lo que tiene de mortal) lentitud de la expedición, Stephen Hawking propone otro sistema de propulsión para que los «colonos» espaciales puedan adentrarse en «la última frontera«: construir un cohete cuyos motores viajen muy cerca de la velocidad de la luz (300000 km/seg).


Se pueden acelerar partículas hasta un 99,99% de la velocidad de la luz, pero, por mucha más potencia que se les suministre, no se puede hacer que vayan más allá de ese límite. Lo mismo aplica a las naves espaciales.



Pero, por ejemplo, el diámetro de  nuestra galaxia, la Via Láctea, es de unos 100000 años luz. Eso significa 100000 años de viaje a una velocidad cercana a la de la luz. Y la Via Láctea pertenece a un grupo de 30 galaxias llamado Grupo Local, de 4 millones de años luz de diámetro… En suma, la exploración intensiva de nuestra galaxia o de otras vecinas, supuesto moverse a casi la velocidad de la luz, sería inviable.


Y esa es la habitual, porque el Espacio es Enorme: la distancia media entre estrellas es de 3o millones de millones de kilómetros. Son distancias fantásticas, descomunales, incluso a velocidades próximas a la de la luz.  Para llegar al centro de nuestra galaxia, sería necesario mucho más tiempo del que llevamos existiendo como especie.


Sin embargo, para llegar a Gliese 581 c en 20’4 años, el sistema que propone Hawking podría valer…


Aunque sólo aparentemente.


Supongamos que, ajustando un euro por aquí, y un dólar por allá, se construyese en tiempo récord el mecanismo que permite a un grupo de naves viajar a casi la velocidad de la luz. La fuerza centrífuga de un leve giro realizado a esa velocidad, sometería a los tripulantes de la nave a aceleraciones muy superiores a su límite biológico. Pero, aún suponiendo una trayectoria rectilínea a velocidad constante, sin aceleraciones, queda el peligro de las partículas de materia estelar contra las cuales chocaría la nave, y que pueden suponer una catástrofe.


Incluso, aunque la nave se moviese a sólo la décima parte de la velocidad de la luz, una partícula de un microgramo impactando contra la nave, liberaría una energía de 450 millones de julios, equivalente a 10 toneladas colisionando a más de 1000 kilómetros por hora. El choque contra simples átomos a esa velocidad supondría la erosión del casco y el someter a la tripulación a altas dosis de radiación. La utilización de escudos aliviaría estos efectos, pero resultarían insuficientes si se impactase con algo más grande que una partícula de polvo estelar.


En fin, parece que llegar a Gliese 581 c no sería posible así, ni en 20’4, ni en 204 años.


Esto descarta, definitivamente, los viajes espaciales rápidos.


Sin embargo, existe otra posibilidad.


Ante el problema, Stephen Hawking sugiere doblar el espacio-tiempo de tal manera que haya un atajo; sugiere crear un agujero de gusano, un tubo estrecho de espacio-tiempo que conecte dos regiones distantes casi planas.





Lamentablemente estos túneles en realidad sólo miden un millón de billones de trillones de decimales respecto a la longitud de un centímetro. Ultrapequeños para que un humano los atraviese, y más para una nave.


Aunque difícil de creer, supongamos que se consigue crear, en tiempo récord, un agujero de gusano, por ejemplo, a partir de un campo electromagnético , o de un rayo láser. Y supongamos que sabemos también cómo plegar el espacio-tiempo, para no darnos de bruces contra una roca en el otro extremo.


Hawking y otros científicos creen que sería posible agrandar ese agujero de gusano billones y billones de veces, para que sea lo suficientemente grande para que puedan cruzarlo.


Como la nave necesitaría ser lo suficientemente grande para llevar una enorme cantidad de combustible (o encontrar un incierto «combustible cósmico» aprovechable),  Hawking propone que el mejor combustible, ocupando menor espacio, sería la antimateria.





La antimateria tiene la misma apariencia que la materia, pero con algunas propiedades diferentes, como por ejemplo la carga eléctrica, que es exactamente la opuesta a la de la materia que compone el universo en que vivimos. En el mundo de la antimateria, los protones son negativos y los electrones tienen carga positiva.


Cuando la antimateria entra en contacto con la materia, se produce una reacción violenta (‘aniquilación‘) que desprende gran cantidad de energía, fotones gamma (inútiles para la propulsión) y piones (partículas subatómicas de corta vida). Estos piones se mueven a velocidades cercanas a la de la luz, y sí que podrían ser utilizados como propulsión.


Viajando por un agujero de gusano, por ser éste un atajo, la nave podría ser  propulsada a una velocidad lenta, soslayando el problema de catástrofe ante choque con una partícula de polvo por querer viajar rápido.


Sin embargo, hasta ahora sólo se han podido producir unos pocos miles de átomos de antimateria, y a un precio desorbitado; esa ha sido la mayor barrera que ha impedido el desarrollo de esta tecnología, porque no existe antimateria en el universo conocido, y tendría que fabricarse…


Ese es un tremendo inconveniente, pero ni mucho menos el único. Dado que el simple contacto de la antimateria con la materia normal produce su aniquilación en un fogonazo de radiación y energía, el principal problema de un motor de antimateria sería la separación entre ambas, es decir, el confinamiento de la antimateria.  Y, por su fuera poco, al entrar en contacto y aniquilarse mutuamente, esta reacción energética actualmente no se puede regular: es un todo, o nada.


Pero, aún así, supongamos que, en muy breve plazo, y gracias a la intensa investigación, los costes de producción de campos electromagnéticos y de antimateria bajan, y el agujero de gusano gigante y el motor de antimateria se hacen realidad.





Supongamos también que, emulando los imaginarios «cristales de dilitio» de los motores de la nave Enterprise en la serie de ciencia ficción Star Trek, se consigue regular el proceso físico de aniquilación, entre materia y antimateria.


Añadiendo a todo ello que el plegamiento espacio-tiempo vaya perfecto cual aterrizaje de un avión en un día despejado sobre pista asfaltada, las naves espaciales que abandonaron la Tierra, llegarían a su destino.


No inmediatamente, por supuesto. Las distancias a través de los agujeros de gusano podrían ser de sólo unos pocos millones de kilómetros (en lugar de los millones de millones de kilómetros de distancia a través del espacio ordinario), pero también hay que recorrerlos. Viajar por un agujero de gusano posibilitará que el viaje no dure una eternidad, pero sí años.


Con todo, supongamos que el viaje dura pocos años. Menos de una generación, por ejemplo.


Ya han llegado a Gliese 581 c, como podrían haber elegido llegar a otra  parte del Universo.





Misión cumplida.


Sería para dar la enhorabuena, de nuevo, a los premiados.


Pero lo más seguro es que las naves no trasporten ninguno vivo. A los pocos supervivientes, si los hay, no les quedará mucho de vida.


El frío espacio


El presidente Bush I de EEUU, en un momento de atolondramiento pasajero, solicitó que se enviase una misión tripulada a Marte. El proyecto se desechó de inmediato cuando alguien averiguó que, además del alto coste en dinero, la misión acabaría, con gran probabilidad, con la muerte de todos los tripulantes. Y eso que Marte está, como quien dice, a un tiro de piedra… la ida estaba previsto durase menos de 3 años.




Su ADN se haría pedazos por la acción de las partículas solares de alta energía del espacio. La Tierra, además de proveer de lo necesario para la subsistencia, posee un campo magnético que nos mantiene literalmente con vida, protegiendo nuestro ADN de la radiación, de origen tanto solar como de otras fuentes del espacio


Los rayos cósmicos son partículas cargadas (protones, electrones, etc.) que viajan por el espacio a una velocidad cercana a la de la luz. Los hay de 2 tipos: de baja energía, originados en el Sol, y los de alta energía, menos frecuentes y procedentes de supernovas y otras fuentes emisoras en el espacio. Estos rayos cósmicos, de no haber protección magnética, atravesarían nuestro cuerpo y dejarían nuestro ADN hecho trizas, aumentando la tasa de mutación de los cromosomas del ser humano y, por tanto, el riesgo de cáncer.


En la Tierra, nuestras cuerpos reparan las pequeñas roturas que sufre nuestro ADN debidas a la luz solar ultravioleta y a los rayos X, pero los rayos cósmicos de alta energía producen interrupciones múltiples en ambas cadenas de la hélice de ADN para los que no hemos evolucionado mecanismos naturales de reparación.


El campo magnético de la Tierra impide que esos rayos lleguen a la superficie, conduciéndolos a 2 zonas del espacio próximo, denominadas Cinturones Van Allen.


Más allá del campo magnético terrestre, a tan sólo unos 450 km de la Tierra, los astronautas sólo pueden contar con la protección de su nave.


Y los materiales conocidos con que se construirían no sirven para asegurar la supervivencia de la tripulación, aunque el viaje dure pocos años.


La acción de la radiactividad hace que, a mayor tiempo en el espacio, mayor el riesgo de padecer cáncer.


Los estudios sobre astronautas, como los realizados sobre los habitantes de la Estación Espacial MIR, que apenas hacen órbitas muy cerca de la Tierra, son ilustrativas: el número de roturas cromosómicas estaba en directa relación con el nivel de radiación que habían sufrido en el espacio. Por ejemplo, el riesgo de cáncer para los astronautas de una viaje a Marte de 3 años se estima en 140% superior al nivel considerado aceptable para los humanos.


Además, los rayos cósmicos causarían mutaciones peligrosas en las bacterias y hongos que normalmente colonizan nuestra piel, boca e intestino, así como los que habitan en el ambiente de la nave espacial.


Los alimentos y medicamentos expuestos a más de 6 meses de viaje espacial, pierden parte de su eficacia nutricional. Parece ser también efecto de la radiación: las partículas de alta velocidad de la radiación espacial,al chocar contra las moléculas de los nutrientes o de los medicamentos, las daña, y impidiendo funcionen correctamente.


Asimismo, los investigadores han expuesto ratones a estas partículas de alta energía, y han encontrado también cambios significativos en la dopamina cerebral, con los consiguientes cambios de comportamiento, como la apatía y la disminución de la memoria.


Por si fuera poco, la ausencia de gravedad terrestre provoca otras secuelas fisiológicas típicamente encontradas tras las estancias fuera de la Tierra:


– la debilitación del sistema inmunitario


atrofia y pérdida de masa muscular, y osteoporosis, al no encontrar resistencia al movimiento y carecer los objetos de peso. Tiene una fuerte incidencia en el sistema cardiovascular, y empieza a producirse apenas 2 semanas después del inicio del vuelo. Los tripulantes pierden entre el 1 y el 1,5% de masa ósea cada mes; incluso los tendones y los ligamentos van deteriorándose progresivamente… Cualquier mínima tensión podría provocar que rotura de ligamentos y/o muscular, como si se arrancara una hoja de papel; de hecho, el riesgo de fractura ósea durante una misión de 3 años a Marte se estima entre el 20 y el 30%. Es como estar en cama, con reposo absoluto, y escayolado de cuerpo entero. los miembros de la tripulación de la Estación Espacial han tratado de evitar este proceso mediante ejercicios físicos, sin éxito.


Exceso de sangre en la cabeza,  proveniente de piernas y torso, que puede ocasionar  hinchazón de la cara y rigidez facial, dificultando  la comunicación con otros tripulantes. A su vez, el corazón late rápidamente para expulsar el exceso de entrada de sangre. Por ello, el cuerpo cree tener un excedente de líquido, y libera 1 litro de agua cada 2 ó 3 tres días; como resultado de ello, rápidamente se deshidrata, lo cual hace que la sangre se espese, lo que, a su vez, provoca que el cuerpo deje de producir glóbulos rojos, y sufra anemia.


pérdidas funcionales psicomotoras: algunos movimientos voluntarios se ralentizan y se vuelven imprecisos, y la ejecución de tareas simultáneas se hacen más difíciles


trastornos del sueño


– el aislamiento durante las misiones puede provocar un estado de astenia: mayor pasividad, fallos de atención, sensación de agotamiento, irritabilidad, depresión, etc. A nivel colectivo, las condiciones especiales de la vida en el espacio pueden provocar tensiones y conflictos, a los que añadir las diferencias culturales para generar problemas en el grupo… Mal sitio para romper un cristal.


– Ante una emergencia en el espacios, cualquier cirugía será arriesgada. El bisturí, las pinzas y otros instrumentos no tienen ningún peso en las manos del cirujano. Los tejidos pierden su densidad. Al ser la tensión sanguínea, la cicatrización de las heridas, y los efectos de la anestesia diferentes, los médicos no podrían basarse en su experiencia de la cirugía en la Tierra.


En 1997, la NASA revisó los expedientes de los 279 hombres y mujeres que habían participado en misiones espaciales entre 1988 y 1995. Descubrieron que todos menos 3 de ellos sufrieron algún tipo de enfermedad durante el viaje, e identificaron 175 riesgos biomédicos.


«Los vuelos espaciales nos salieron bien debido a la arrogancia y a la suerte, y porque a los astronautas se les envía en muy buena forma. Pero, en realidad, llevamos individuos sanos a un entorno de enfermedades«, dijo el Dr. John Charles, fisiólogo de la NASA.





Cuando partieron, los «colonos espaciales» ya sabían que se embarcaban en un viaje sólo de ida. Que, una vez iniciado, no podían volver a la Tierra. Hawking preavisaba de que sólo se pueden hacer viajes al futuro, no al pasado… y viajar en el tiempo es lo que han hecho, por atravesar un agujero de gusano. Otro precio por viajar lento pero lejos.


En fin, por una cosa u otra, antes o después… se trata de un Viaje Sin Supervivientes.


Mejor así. No habría sido fácil la reaclimatación a condiciones de gravedad, y, en la superficie del planeta, tendrían que haberse enfrentado a un par de retos a muy corto plazo: «Qué comeremos» (excluyendo el canibalismo), y «Cómo defenderse de un ambiente hostil» con bacterias, virus y organismos desconocidos (típicos de todo «Nuevo Mundo«).


¿ Valía la pena ?


Lo que vale la pena



No es que haya muchos peligros, costes, incertidumbres y problemas con los viajes espacio-tiempo y la tecnología.


Es que, fuera de la Tierra, el ser humano no puede sobrevivir.


Cuando dice que «no creo que la raza humana tenga futuro a menos que se vaya al espacio«, Hawking no envía un mensaje de esperanza a la Humanidad, la envía a la extinción … Y, además:

  • Legitima el «sigamos esquilmando la Tierra» porque, cuando se agoten sus recursos, hace técnicamente «viable» que podamos irnos a otro sitio «a por más«. Visto el reparto de la riqueza actual, en realidad, estamos esquilmando a nuestros congéneres.


  • Denota que es nuestro destino ir hacia las estrellas… El fundamentalismo científico puede llegar a ser igual de peligroso que el religioso cuando afirma la «predestinación«, niega cualquier problema de «mala conciencia«, y encima, asigna una «recompensa futura«


  • Omite que la supervivencia fuera de la Tierra, ya en el espacio, ya en otros planetas, es imposible. Los seres humanos somos seres terráqueos, por mucho que consigamos trasplantarnos órganos artificiales. Para los viajes espaciales, están los robots.


  • Sabe que no podríamos ir todos, con lo que acabará diferenciando a los que pueden/merecen ir ó no, por razón de status, clase social, constitución física, profesión, acceso a cierto tipo de educación… Equivale a un  «vayamos, pero sólo unos pocos, los que ahora nos autoconsideramos mejores y más preparados«. En fin, otro caso de ideología de superioridad, y de supremacía de unos pocos individuos sobre el resto.


  • También viene a decir «vayamos a por otros planetas, somos una potencia colonial«. No en vano se la llama «la conquista del espacio». Sin embargo, visto lo felices que el colonialismo ha hecho a los subyugados en el pasado, es harto dudoso que sirva de modelo para el futuro, sea donde sea.



Y, al partir, las naves espaciales de colonos no abandonan la Tierra… abandonan a la gente.


Hawking no da esperanza alguna para la Humanidad.


(FOTO: Todos somos de la misma especie)



Pero sí que la hay. El futuro y el bienestar de la raza humana no pasan por salir de este planeta; pasa por compartir los recursos entre todos, haciéndolo sostenible, para todos por igual.


«Que el mundo sufra miseria, conflictos, brutalidad, destrucción y agresión, parece encajar con la naturaleza del ser humano, pero el ser humano NO es así. El ser humano no es brutal, ni violento, ni agresivo, ni posesivo, ni competitivo… No lo es por naturaleza, pero sí lo es EN ESTA SOCIEDAD»  (J. Krishnamurti)


Es POSIBLE acabar con la pobreza, la guerra, el hambre, la explotación y la contaminación. El mundo no tiene que ser tal como es ahora. Hay una propuesta para que la sociedad no se base en el Dinero: una economía basada en RECURSOS. No es la “solución perfecta”: la humanidad siempre se enfrentará a problemas que resolver. Pero sí que es MUCHO MEJOR QUE EL CAPITALISMO, un fundamentalismo que sólo sirve al lucro de quien adora y sirve al dios/césar Sistema-Monetario-Bancario.


El aire que respiramos está al alcance de todos (y por igual). El espacio estelar, no lo está ni lo estará.


Cuanto antes lo asumamos Hawking y todos, antes nos concienciaremos y actuaremos para que las cosas cambien.


Hay que poner la Ciencia y la Tecnología al servicio del bienestar de todos, no para el lucro de unos pocos.





Es difícil sustraerse a la difícil condición física que sufre Stephen Hawking, y hasta comprensible que quiera escapar de la cárcel que su cuerpo le supone, «fuera del planeta«, «mejorando la raza humana«. La baja gravedad puede tener aplicaciones en la salud tales como permitir a los discapacitados físicos disfrutar una vida más activa.





En 2007, a bordo de un avión modificado, Hawking experimentó por primera vez la caída libre, flotando fuera de su silla de ruedas cibernética. Una experiencia maravillosa para alguien que confiesa que «aunque no me puedo mover y tengo que hablar a través de un ordenador, en mi mente soy libre».


Esa maravillosa experiencia tuvo lugar en la Tierra, rodeado de gente que también era feliz, que compartía y ayudaba, que puso a su disposición una tecnología para mejorar su bienestar.


Qué paradoja.



Sin salir de casa.





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